lunes, 16 de abril de 2012

EL OTRO Y YO

 
Por:Aurora Ruiz Vásquez

En una madrugada fría y con neblina, se escucharon los gemidos de la mujer que daba a luz su primer hijo, al que con dificultad le cortaban el cordón umbilical que lo unía al  vientre de su madre. Parecía que todo había terminado, cuando se asomó la cabeza de otro ser que no esperaban.
Al darse cuenta la madre  que había tenido gemelos, se alarmó pensando en su marido que no tenía deseos de ser padre. Era un hombre rudo, alcohólico que fácilmente se encolerizaba y arremetía a golpes.
 –Y ahora, ¿qué voy a hacer? –dijo la mujer aterrorizada
La comadrona que la atendía, queriendo tranquilizarla, le ofreció una solución.
–No se preocupe señora, si usted lo permite, me llevaré al niño lejos; será un regalo de Dios para mí, yo que vivo sola.
 Con la aprobación de la atribulada mujer, la que fungía como partera, rápidamente lo envolvió en su rebozo y partió sin saberse nunca más de ellos.
Cuando el padre conoció al recién nacido, no dio muestras de ningún afecto, sino de celos, pues éste le restaba  la atención que le diera su mujer. El niño Ismael fue criado por su madre con muchos cuidados dada su pequeñez y salud quebrantada, pero creció sintiendo un vacío en su corazón e incubando un rencor hacia su padre; admiraba a su madre y aborrecía al padre. No le gustaba ver a su madre humillada y maltratada, soñaba con crecer e independizarse y salir de ese medio que lo asfixiaba. Así, se aplicó en la escuela, estudió por su cuenta, creció en todos sentidos, forjándosele un carácter fuerte y decidido. No toleraba imposiciones, amaba la libertad y deseaba conocer otros lugares, sin sentir temor alguno. Ya adolescente, y relacionado con varios amigos, decidió separarse del estrecho medio familiar; quería ser grande para poder rescatar a su madre del tirano.
Ismael  una noche no llegó a la casa, partió en busca de aventuras. Se confundió entre la multitud de las ciudades, sorteando peligros de los que gracias a su inteligencia, salía ileso. Pronto encontró trabajo en una empresa editorial y eso le permitió seguir estudiando para poder cultivarse y desarrollar su inteligencia. Terminaba el día agotado y se arrellanaba en un sillón. Una vez se quedó profundamente dormido y empezó a soñar que se encontraba en el vestíbulo de un hotel cuando de pronto, fijó la mirada en un desconocido cuyo parecido a él era extraordinario: moreno,  del  mismo perfil,  pero aparentaba una edad menor que la suya, de cabellos negros ensortijados, complexión idéntica. Otra diferencia visible,  era su manera de vestir que revelaba una condición económica diferente. Se quedó observándolo  con curiosidad, hasta que entre la gente lo perdió de vista.
Despertó sobresaltado e intrigado, por ese sueño tan singular. Para olvidarlo, se entregó a  sus actividades habituales, sin embargo, la idea no se apartó de él durante muchos días, pensando lo que sabía; que todos tenemos un doble en la vida, pero haberlo visto en el sueño tan real, era fantástico. Los sueños fueron recurrentes con el mismo tema en situaciones diversas. En una ocasión platicó con su doble cuando soñaba, intrigado con el parecido. La misma voz se confundía con la de él y en esa madeja, ya no percibía si era él quien hablaba o el otro y esto lo atormentaba demasiado.
Pasado un tiempo, le llegaron noticias de que su padre había muerto en un accidente automovilístico, entonces, sin mayor sentimiento de dolor por él, emprendió el viaje de regreso para reunirse con su madre; no le fue fácil, pero lo logró. La encontró algo enferma y demacrada. En largas veladas y en un ambiente cálido, tuvieron la oportunidad de platicar ampliamente. Ismael se explayó en los pormenores de sus andanzas del tiempo que había permanecido fuera de casa y entre otras cosas, le contó el incidente de los raros sueños que había tenido donde una persona idéntica a él como una  copia de sí mismo se presentaba.
 La madre, inmediatamente lo asoció con el hermano gemelo y después de calmar su turbación, pensó relatar a su hijo lo sucedido hace años, pero no se atrevía. Viendo Ismael que la madre algo escondía, insistió en que se sincerara externando sus temores y no sin dificultad, relató a su hijo lo sucedido paso a paso.
–Por qué lo callaste, madre...¿ tanto era el terror que te inspiraba mi padre que tuviste el valor de negarte a ti misma?
El silencio fue la respuesta.
Por otro lado, el niño que había nacido minutos después,  llamado Zamná también  tenía clavado el aguijón de la duda desde el momento que un día vio en un parque a su doble con un parecido idéntico. Cuando trató de enfrentarlo  éste abordó un taxi y se alejó dejándolo intrigado.  Le dio al suceso una interpretación de misterio, algo mágico estaba sucediendo, tal vez alguna premonición. Él creía ciegamente en todas esas cosas, por influencia de su madre –la que lo había criado– la que curaba con rezos, hierbas y técnicas tradicionales de sus antepasados. La aparición se apoderó de él y lo acompañó en todo momento, atormentándolo. Soñaba con su doble en situaciones difíciles y comprometedoras. Espantado, no tenía calma, hasta que decidió dentro de sus escasos recursos, investigar si era posible que alguien se pareciera tanto a otro, como si fuera la misma persona en un espejo. Un amigo lo convenció de que podría tener un hermano gemelo.
 –¡Imposible! soy único,– decía
 Sin embargo, le entró la duda y empezó a cuestionar a su madre en todas formas y en todo momento.
Ella evadía las respuestas, dando explicaciones ilógicas y fantasmales
Una noche tormentosa, esta señora invocó a los espíritus en medio de plegarias, sollozos y quema de plantas milagrosas. Pidió por que aminorara la furia de la tempestad y se apartaran de su hijo las ideas que lo torturaban.
“No tiene más madre y familia que yo, que lo he criado.” murmuraba a gritos.
Casi enloquecida, levantando los brazos  dijo con fuerza: ¡no permitáis que revele la verdad!.
–¿A qué verdad te refieres?... Dímela, te lo suplico
La mujer, derrotada, con toda calma, como si lo dijera sonámbula o poseída, relató la historia con detalle, faltando a su promesa. No pudo más, se sentía vieja y agotada.
Enterado y sorprendido, en completa confusión, Zamná  se prometió encontrar a su hermano y a su madre biológica ¿cómo?, no lo sabía, pero lucharía para ello. Sabiendo el lugar donde nació, como pudo, se trasladó de inmediato allí; localizó la dirección y se dedicó a rondar la casa, procurando no ser visto y esperó con nerviosismo. Ya casi era de noche, cuando vio salir una persona. Era él, su hermano gemelo, estaba seguro. Siguió en guardia pues no se atrevió a enfrentarlo. Se prendieron las luces de la casa y una señora se vio  cerrar la ventana y  correr las cortinas. Seguramente era ella, su madre –a la que no conocía,  rápidamente desapareció de su vista. Sintió una sensación que lo ahogaba.
 Se fue a dormir y al día siguiente, continuó la guardia. Ismael salió muy temprano, seguramente al trabajo, Zamná se aseguró que nadie más hubiera en la casa y se acercó con decisión, tocó la puerta y esta se abrió al momento por una señora amable, que de inmediato no relacionó el parecido, pero cuando él habló, lo escuchó como si hubiera sido Ismael, le llamó la atención y la intrigó, por lo que observaba todos sus movimientos; algo le dictaba su corazón. Zamná se presentó como vendedor de libros y quiso demostrar su mercancía que en realidad, era mínima. Pidió a la señora un vaso con agua, ella fue diligente a la cocina, nerviosa  presintiendo algo. Regresó con el agua y siguió la demostración a la que poco interés mostraba la señora pero Ismael insistía como hacen los vendedores, hasta que fue despedido sin ninguna venta.
Zamná caminó hacia un parque cercano y se detuvo en una banca para pensar. Ya había conocido a su madre, era ella y quedó impresionado, faltaba que ella lo reconociera, seguramente algo la había inquietado. Faltaba encontrarse con el hermano y no sabía como, pero estaba muy cerca de hacerlo.

Al día siguiente, volvió a la casa de su madre temprano, cuando Ismael todavía no salía al trabajo, tocó el timbre y él fue precisamente quien le abrió. Se vieron uno al otro  por un instante, hasta que dijo.: ¿Qué desea? Traigo una información para la señora, que me pidió ayer cuando vine a visitarla, acerca de unos libros que le interesaron.
 Espere, y gritó a su madre: “Mamá, aquí te buscan, ¿desde cuando te interesas por los libros?”
–Voy, contestó la señora y se apareció secándose las manos.
Pase –dijo la madre al supuesto vendedor.
 Como Ismael no se separó, llegó el momento en que estuvieron reunidos los tres. La señora muy nerviosa, comprobó una vez más sus sospechas, le brillaban los ojos de alegría y segura estaba que tenía enfrente a sus dos hijos, el corazón se lo decía. y sin pensarlo, se acercó a ellos temblorosa, dándoles un fuerte abrazo y dijo:
_ Vénganse a desayunar, que el café se enfría, ya tendremos tiempo de platicar.

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