domingo, 11 de marzo de 2012

Un asunto educativo Elegir






Samuel Nepomuceno Limón



Quizá, para la mayoría de la gente que anda en la calle un día cualquiera, alimentarse sólo tenga una finalidad: calmar el hambre. En la medida en que sea posible llenar el vacío del estómago es satisfecha la necesidad. Con frecuencia vemos a personas que con una bolsa de frituras y un refresco embotellado ya satisficieron la urgencia de llevarse algo a la boca.



En el aula los estudiantes de educación básica aprenden que alimentarse es algo más complejo. Que implica un cierto conocimiento acerca de las sustancias o ingredientes de lo que es susceptible de comerse, así como una serie de reglas relativas a la higiene, entre las que se incluye la atención a los horarios.



Los chicos de primaria, a la par que ir conociendo las partes internas del cuerpo a través de las informaciones proporcionadas por libros, videos, Internet y el propio maestro, van accediendo a los datos relativos a qué alimentos resultan más recomendables para prestar atención al cuidado y desarrollo de tales órganos, aparatos y sistemas. Qué resulta bueno para los dientes, la vista, los huesos, el crecimiento… Y no sólo eso, sino también llegan a conocer aquellos alimentos cuyo exceso habría que evitar dado el daño que podrían ocasionar en el organismo. Aprenden que estar bien alimentado es algo muy distinto de estar gordo o robusto, y que una persona en estas condiciones podría incluso llegar a estar desnutrida.



Por el desconocimiento del efecto de lo que se lleva a la boca es que últimamente se está viendo un fenómeno que hace algunas décadas parecería increíble: mendigos gordos. Hace tiempo esto hubiera parecido una contradicción. Sin embargo, el volumen corporal de las personas, en estos casos, tendría que ver más con la ingesta mayoritaria de ciertas sustancias y la carencia de otras que resultan indispensables.  Esa idea de comer para llenar el estómago ya la llevan los niños cuando asisten a la escuela. Varios muchachitos están habituados a la idea de que lo importante es comer. Cualquier cosa, pero comer. (Recordamos aquella película de Charlie Chaplin, en la que de lo único que podría alimentarse sería su propio zapato.) De dicha idea parecen aprovecharse las empresas fabricantes y distribuidoras de antojitos, dulces y frituras, que con simular sabores agradables sobre la base del agregado de sustancias químicas ofrecen a los consumidores productos visualmente atractivos. La costumbre proveniente desde el hogar hace que los niños prefieran una golosina a una fruta; un recipiente con agua coloreada y endulzada con nombres que la publicidad ha hecho famosos a un vaso con agua de frutas o incluso al agua simple. Alguna vez leíamos la anécdota de un pedigüeño que llegó a una casa a solicitar algo para beber. La señora que abrió la puerta, solícita, le ofreció un vaso de agua. Señito, con perdón, ¡no me trate como a un perro! No me dé agua… ¿Qué, no tendrá por ahí alguna coquita?



Muchas veces la acción educativa del aula pareciera ser incapaz de influir en los hábitos de los estudiantes, y no por insuficiencia de la información proporcionada, sino porque ello significa ir contra las costumbres, hábitos que han tardado años en arraigarse y además cuentan con el apoyo de satisfacciones afectivas. Por otra parte, ¿de qué bebidas echa mano el docente cuando tiene sed durante su jornada laboral?, ¿con qué tipo de tentempié calma el hambre incipiente?, ¿cae en la cuenta de que con sus actos podría ser incongruente con lo que explica en los temas de ciencias naturales?



Lo que se aprende en la escuela no debiera ser contemplado como una manera de estar preparado para la presentación de un examen, llámese éste semestral, de curso, o de alguna otra manera. No. Lo que se aprende debiera estar dirigido al mejoramiento de la propia vida, el cuidado del organismo, del medio ambiente, la comunicación con los demás, la comprensión del mundo, la convivencia.  Tal debiera ser el faro que ilumine las faenas en el aula. En tratándose de asuntos relacionados con la salud, la atención a los antecedentes y resultados de la información manejada debiera ocupar una buena proporción de las preocupaciones didácticas del docente.



No se trata sólo de informar. Menos de preparar exclusivamente para los exámenes. Se trata de influir favorablemente en el modo de vida de las personas para que éste sea cada vez mejor y ellas vivan en buenas condiciones de salud, bienestar, seguridad, confianza en sí mismas y los demás.



Frente a las diversas ofertas y oportunidades que ofrecen las circunstancias habría que enseñar a los estudiantes a elegir. No a dejarse llevar. A elegir. A caer en la cuenta de que, después de todo, la elección es personal. Y una buena elección será aquella que no perjudique a uno mismo ni a los otros. Esa es una característica de la democracia: la libertad para elegir. Y elegir con responsabilidad. Esto es, asumir valientemente las consecuencias de nuestra elección.



Para estar en condiciones de elegir la gente tiene que estar informada sobre aquello entre lo que va a realizar su elección. Tener una idea de las consecuencias que serían acarreadas con cada una de las opciones. No se trata de un juego de azar, sino de una toma de decisiones.



Alguien fuma con cierta frecuencia. Ante la pregunta de a qué se debe que lo haga podría contestar simplemente “Nada más”. O “Nomás”. Si tal fuera el caso, al parecer esa persona simplemente se dejó llevar. Alguien le ofreció un cigarrillo, lo aceptó, le agradó y ya. Continúa fumando. En otro caso, quien fuma sabe de los riesgos de aspirar el humo producto de las altas temperaturas que alcanza la combustión  de materiales procesados químicamente. Sabe de los riesgos de la adicción. Conoce que el humo de su cigarrillo provoca molestias a las demás personas. Sabe que la ropa oscura y el cabello propio o de quienes le rodean se impregna del olor rancio del tabaco quemado. Sabe que los dientes se le tornarán amarillos, igual que la piel de los dedos utilizados para sostener el pitillo. Sabe que la piel de la cara se le arrugará más pronto que la de quienes no son fumadores. Sabe del riesgo de desarrollar cáncer… Y aun así, ha elegido fumar. En su caso, hacerlo es producto de una elección. Y como dicen en los pueblos: Ahora, que se aguante. En cambio, el fumador del primer ejemplo no ha realizado su elección. Ha llegado a ser un sujeto que no se ha percatado que actúa ciegamente bajo la influencia de los demás.



Por lo que respecta a la alimentación y el cuidado de la salud, la información resulta del todo relevante. También la conciencia de la propia capacidad de elección.



Hasta un momento dado, un muchacho puede estar alimentándose de lo que la casa o el comercio le ofrecen. Poco a poco tiene que ir adquiriendo valor para dejar de lado aquello que podría serle perjudicial y optar por lo que beneficie su crecimiento y desarrollo. Ahí echa de verse la presencia del docente. Su influencia, su radio de acción  en el tiempo y el espacio. Lo relativo a la salud que se aprende en un curso no termina con la presentación del examen para la promoción al grado escolar siguiente. Ha de continuar vigente para toda la existencia. Y esos conocimientos adquiridos no llegan a ser inamovibles, sino que han de estar sujetos a las variaciones de las actualizaciones, enriquecimientos.



Qué importante resulta enseñar a elegir. La libertad de elegir. El valor para hacerlo. Su significado, su responsabilidad.

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