domingo, 11 de marzo de 2012

Padecimientos del corazón. Encuentro cercano con la muerte

Por: Benito Carmona Grajales

De acuerdo a las últimas estadísticas de mortalidad, el infarto de miocardio ocupa el primer lugar; el segundo corresponde al cáncer y a las patologías arteriales del cerebro; en tercer lugar están las patologías derivadas de la aterosclerosis y la arteriosclerosis.  Se le llama  aterosclerosis  al efecto que producen los ateromas (papilla blancuzca, originada por cuerpos grasos y colesterina que se encuentran en las arterias) en la arteriosclerosis o endurecimiento de las arterias. La arteriosclerosis es una cardiopatía que afecta a los artríticos, a los diabéticos, a los obesos y a los gotosos. Se dice que todo aquello que produce la hipertensión, como el tabaquismo y el abuso del alcohol; así como las insuficiencias renal y hepática, conducen a la autointoxicación y, ésta última, genera arteriosclerosis.

 Las personas fumadoras y las diabéticas pueden morir súbitamente por una enfermedad coronaria. Al respecto, el médico e investigador mexicano, Eugenio Aguilar Parada, en su libro: “Cómo prevenir el infarto”, nos dice que “los médicos le han dado una mala fama al colesterol; de tal manera que por perfilar sus baterías en su combate, descuidan otros aspectos de la salud”. Estudios realizados en los Estados Unidos comprobaron que un 60 % de los pacientes que sufren de infarto tienen niveles normales de colesterol en la sangre. También se ha observado que en algunos grupos humanos que viven en las regiones muy frías, cercanas a los polos, y que consumen grandes cantidades de grasas, no se dan los infartos con la misma frecuencia que en nuestro país o como en Los Estados Unidos. Cabe mencionar que estos habitantes del norte o del sur, además de grasas, consumen grandes cantidades de pescado y la ingesta de carbohidratos es casi nula.

 El doctor Barry Sears asegura que el 50 % de  las personas que sufren de infarto al miocardio mantienen niveles normales de colesterol; que más bien, la causa de esas cardiopatías son situaciones de inflamación, como lo comprobó, en 1848, Rudolf Virchow al observar el tejido cardiaco en personas que habían muerto por enfermedades del corazón.

En la década de los setentas Russell Ros, de la Universidad de Washington volvió a afirmar que las cardiopatías eran problemas de inflamación. Pese a todas estas opiniones, se le sigue echando toda la culpa al colesterol. Es hasta la década de los noventas cuando se desarrolló el primer marcador sanguíneo para detectar la inflamación silenciosa y se ha comprobado que en las enfermedades de diabetes, cáncer, Alzheimer, artritis reumatoide, esclerosis múltiple y lupus, tiene mucho que ver la inflamación descontrolada.

 La inflamación de las arterias se debe al aumento de la producción de eicosanoides “malos”. El ignorarlo ha propiciado la epidemia de la obesidad y de las cardiopatías. ¿Por qué? Porque se ha declarado una guerra sin cuartel al colesterol y a todas las grasas, y no al peor enemigo que es la inflamación. Una restricción del flujo sanguíneo provoca una falta de oxígeno, a esto se debe la necrosis del tejido muscular del corazón y el infarto del miocardio.

 Veamos cómo ocurre: Las placas de ateroma (aquí puede generarse inflamación) que se encuentran en las arterias pueden marcar cierta inestabilidad y se rompen. Luego se desprenden algunos fragmentos desde las paredes de la arteria para viajar en el torrente sanguíneo. Las plaquetas del sistema inmunológico reciben la orden de los eicosanoides  para reparar lo que consideran “daño” y provocan un  aglutinamiento bloqueando el paso de la sangre y, por ende, de la oxigenación. Este es el mecanismo clásico de la inflamación no necesaria.


También puede ocurrir que se trate de una alteración del ritmo cardiaco, provocado por una arritmia. Cuando se pierde la sincronización de los latidos puede aparecer una pausa lo suficientemente prolongada que suspenda el suministro de oxígeno.

 La falta de omega 3 (ácidos grasos eicosapentaenoico y decosaexanoico) en el tejido cardíaco puede producir infarto por un desorden de los impulsos eléctricos. El colesterol influye en la aparición de las cardiopatías; pero de manera secundaria.
 
Los médicos Frederic Vagnini y Dave Bunnell, en su libro: “Diez años más joven” dicen que el colesterol se produce de manera natural en el cuerpo y que es necesario para la producción de hormonas y vitamina D y para mantener sana la membrana celular. Que su producción está a cargo del hígado y que se le llama sérico. Dicen que el que procede de los animales, se le llama dietario.
 
También le llaman colesterol bueno, al igual que otros médicos e investigadores, a la lipoproteína de alta densidad que disminuye el riesgo de tener problemas con las paredes arteriales y enfermedades cardiacas. No ocurre lo mismo con la lipoproteína de baja densidad, que hace lo contrario, obstruye las arterias y que provoca enfermedades del corazón, por lo que recomiendan tener cuidado con el consumo de este último colesterol.

Coinciden la mayoría de investigadores en que los ateromas que se plantan en las arterias coronarias, al desprender fragmentos, estos pueden llegar a obstruir y dañar directamente al corazón, provocando infarto. Por lo tanto, recomiendan cuidar la alimentación, hacer ejercicio y evitar el estrés. Hay que evitar los alimentos con demasiada carga glucémica, como los carbohidratos y los que contengan ácido araquidónico, como los aceites vegetales fritos y las margarinas. De ser posible hay que evitarlos antes de que sea demasiado tarde, ya que son los principales causantes de inflamación.

Entonces, los peligros que aquejan al corazón se originan en las arterias, y son los siguientes: la aterosclerosis, la arteriosclerosis y  la inflamación. La aterosclerosis, por las placas de ateromas que acumulan las grasas en el interior de las arterias; La arteriosclerosis, por el endurecimiento de las arterias y tener que soportar la presión alta de la sangre, entre otras causas; y, por último, la inflamación, cuya causa es el desequilibrio hormonal y el rompimiento de las placas de ateroma que el sistema inmunológico confunde con una lesión de la arteria; pero, al final de todo, la causa principal es el descuido del ser humano, con su alimentación equivocada, la falta de ejercicio y los desequilibrios emocionales que producen estrés.

El Dr. Louis J. Ignarro, médico e investigador estadounidense y Premio Nobel de medicina en 1998, agrega, como la causa principal de las cardiopatías, a la carencia de óxido nítrico (NO), o la falta de producción de esta molécula en las células endoteliales; sin embargo, coincide que estas carencias las resuelve el ejercicio y la buena alimentación. Este médico recomienda suplementos de citrulina y arginina para que el endotelio de las arterias produzcan el óxido nitrico suficiente para mantener las arterias suaves y elásticas, de tal manera  puedan conducir la sangre y los nutrientes necesarios en el organismo

La herbolaria recomienda: muérdago, que es un hipotensor; la manzanilla, que es antinflamatoria; la cola de caballo, por ser diurética y baja la presión arterial; el sauce, porque adelgaza la sangre y evita los trombos; el yoloxóchitl, por aumentar la fuerza de las contracciones y el tono muscular del corazón. La quina ofrece su influencia tranquilizadora al corazón, regula las palpitaciones y la marcha cardiaca; también son importantes la magnolia, el toronjil y el nogal,  entre otras. Por último, quiero reproducir una frase que conocen algunos especialistas: “Lo que es bueno para el corazón, es bueno para el cerebro” y, lógicamente, lo que daña al corazón, también daña al cerebro. Lo más importante es que existe una solución a estos padecimientos, sólo que hay que hacer algo. Para algunos, las cardiopatías son un encuentro cercano con la muerte, para otros es la misma muerte. 




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