jueves, 19 de enero de 2012

Navidad y Año Nuevo

Gilberto Nieto Aguilar El mexicano vive la Navidad como símbolo de alegría, de regocijo familiar y de fervor religioso, en tanto que el Año Nuevo aparece como un regreso a la realidad, un retorno con renovados bríos, con entusiasmo y deseos de que se den mejor las cosas en lo personal, familiar, laboral y en cualquier forma honesta de vida que se tenga. Es el momento del recuento de hechos, de los saldos, del análisis de las percepciones y expectativas personales. Hay una gran variedad de tradiciones y supersticiones manifestadas en forma de augurios: descorchar una botella de champán o una sidra para despedir al Año Viejo y recibir al Año Nuevo se mantiene como un símbolo de buenos deseos, propósitos y esperanzas. El pensamiento mágico del mexicano supone al Año Nuevo cargado de promesas y bonanzas, de posibilidades de mejora individual y social y no toma en cuenta, en su alegría y buena voluntad, que lo que llega es consecuencia de sus actos y de los actos de los demás. La Navidad se vive con el alma, como una oleada de gratitud y de amor hacia Dios, que inunda y se rompe en mil sentimientos de piedad, de convivencia, de esperanza y de pacífica alegría. Esta es la Navidad que se anuncia y se vive en la tranquilidad cristiana, con sus cánticos alegres y nostálgicos llenos de remembranzas y pasajes que se reviven con sus notas. En este mundo lleno de guerras, de luchas fraticidas y de odios, de recelos y de envidias, de bienes y riquezas injustamente repartidos, sea cuales fueren sus creencias y su ideología, siempre será más satisfactorio, más saludable, más gratificante, asumir una actitud positiva para vivir, especialmente esta Navidad, como una oportunidad para el reencuentro, la reconciliación, la ilusión, la esperanza, el perdón y el amor. Esta fiesta cristiana conmemora el nacimiento del Hijo de Dios, aunque algunos historiadores digan que no es la fecha exacta del nacimiento de Jesús. Si la fecha se ha perdido en la noche de los tiempos, poco importa porque el simbolismo es el mismo: el regocijo de la humanidad ante el hecho trascendente que se celebra. Es todo un acontecimiento que habla de los mejores sentimientos del género humano, algo que la humanidad quiere y, al mismo tiempo, parece que rechaza. La civilización globalizada y de consumo inmoderado ha perdido la capacidad de percibir que los nobles sentimientos tienen mejores formas de expresión; que el niño que pide un pan en la calle, el anciano que no tiene quien lo visite en el asilo, el indigente que tirita de frío en una esquina, los niños que se han quedado huérfanos, el pordiosero del crucero, los que están en la cárcel, las personas que yacen enfermas en hospitales sin nadie que las cuide y aquellos hogares que ni siquiera tienen lo indispensable para una cena frugal, necesitan muestras de solidaridad y afecto para sentir que realmente alguien se interesa por ellos. Esas personas para muchos pueden parecer lejanas, pero realmente están muy cerca de cualquiera. También aquéllas con quienes convivimos a diario, familiares, amigos, conocidos, vecinos y compañeros de trabajo, necesitan muestras de solidaridad y simpatía. El mejor regalo que podemos darles es un poco de tiempo, afecto, palabras de estímulo o una sonrisa. Y esto no cuesta nada pero vale mucho cuando se da con el corazón en la mano, cuando lleva el sentimiento honesto de amor a la humanidad. También es el momento de practicar la tolerancia y el perdón con aquellos familiares y amigos que ponen la nota discordante en las fiestas y reuniones o que “nos hacen la vida de cuadritos” con su comportamiento durante los momentos que tenemos la necesidad de convivir con ellos. Navidad es época de recogimiento y armonía, de perdón y reconciliación, de externar lo mejor de cada quien. Las fiestas navideñas con el paso del tiempo se han convertido en fiestas callejeras, consumistas, con todo tipo de excesos, que mide su éxito y proyección por la derrama financiera que se traduce en negocios, ventas y ganancias para unos cuantos. Con ello se ha creado una manera de entender y vivir la Navidad que tiene ya muy poco de cristiana. La gente se incorpora fácilmente al frenesí contagioso de la calle, a las compras y regalos, festejos y libaciones, sin reflexionar apenas lo que hace. La Navidad se convierte en la excusa perfecta para consumir sin control y la derrama económica es excelente por los aguinaldos, compensaciones de fin de año y repartos de utilidades. El espíritu navideño se vuelve consumismo, diversión desenfrenada, alcohol sin límites, nostalgia enfermiza, sentimientos carentes de un verdadero sentido fraternal hacia los demás seres humanos, la vida y la naturaleza. Para quienes viven en la pobreza extrema, sin más ilusiones que disfrutar un café y una tortilla, sin ropas adecuadas para el frío invierno, con un techo que no cubre lo suficiente, sin una mesa para disfrutar una frugal cena de Navidad, quizá la Navidad y el Año Nuevo no tengan el mismo significado. Muchas ilusiones y posibilidades mueren con la pobreza, que inhibe el desarrollo de la fuerza creadora y hace que muchas inteligencias brillantes se reduzcan a nada. La Navidad se llena de tecnología, de información, de intenciones ajenas operando sobre la propia, y la espiritualidad se pierde en el barullo de la noche y en el anonimato de las calles. La imaginación, la creatividad, la interacción y la inocencia de los niños de ahora la viven en los videojuegos cargados de violencia; o en el Internet salpicado de miles de páginas de violencia, pornografía y peligros diversos que van desde el conflicto de valores, contactos riesgosos, ideas perniciosas hasta un mundo irreal que se carga, como en los discos duros, en la mente de los niños. Hay algo que no ha cambiado en el último medio siglo de transformaciones meteóricas: la naturaleza del ser humano. La esencia intrínseca de la humanidad, los sentimientos, los afectos, las necesidades, las potencialidades no desarrolladas, las carencias que cubren las indefiniciones e indeterminaciones que nos regala la vida al nacer ahí están, esperando, siempre esperando. gnietoa@hotmail.com

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