lunes, 8 de agosto de 2011

Tlanestli Edición de Aniversario

EDITORIAL


Todas las acciones humanas tienen diversos motivos, es decir, no hay acciones sin motivo. Pero éstos suelen ser muy distintos de una cultura a otra, de un grupo a otro, e incluso entre una persona y otra. Hay quienes buscan poder, o dinero, o fama, o todo ello a la vez. Hay también quienes buscan prestigio y, en fin, existen otros motivos en el actuar humano, algunos menos comunes para sociedades como la nuestra.
Entre las diferentes motivaciones para actuar está por supuesto el ideal, es decir, la búsqueda de algo que aspiramos a ser como sociedad, aunque nos demos cuenta que no se puede lograr por completo. Pero esto implica una motivación diferente, requiere estar más allá de intereses puramente materiales y egoístas. Mayores dosis de ideales y de inegoísmo hacen falta siempre, pero hoy nuestra nación lo necesita más para ir al encuentro de mejores planos en la vida comunitaria, y para desterrar la ola imparable de violencia que ha sembrado raíces en estas tierras.
Dice un dicho que hay que predicar con el ejemplo, y José Martí dijo, entre muchos de sus elocuentes pensamientos, que la mejor manera de decir es hacer. Eso es exactamente lo que nos hace falta hacer a los adultos, a los políticos, empresarios, profesionistas y demás personas que realizan actividades en la vida social: predicar con el ejemplo y hacer lo que se dice; no decir una cosa y hacer otra. A los mexicanos nos hacen falta líderes congruentes, sanos de pensamiento, preocupados en verdad por los problemas comunales, sin más interés que cumplir con una meta de su propia vida, ajena al afianzamiento mundano de tener y buscar ser más que los otros.
Así, sin ánimo de ser profetas, ni de dar recetas, ni de tener la verdad en la bolsa, ni de querer darle consejos a los demás, nos propusimos en Tlanestli buscar a profesionales con ideas y preparación, con ideales sobre la sociedad y con experiencia en la educación y en la vida, para que aportaran su saber en estas páginas mensuales. Por otro lado, se trataba de que Amanecer circulara entre lectores diversos interesados y relacionados en y con la educación, la historia, la literatura, y con otras ocupaciones en la comunidad, desde personas con una escolaridad básica hasta profesionales con posgrados. Lo más importante es que fueran lectores. Eso se ha logrado hasta hoy, aunque todavía con un público limitado en cantidad.
Estas palabras tienen su explicación en que el periódico que tienen ante sus ojos cumple un año con este número 12. No hay una instancia pública o privada que haya subvencionado hasta hoy la publicación, ni siquiera en una mínima parte. Quienes escriben han pagado además una suscripción anual voluntariamente, y algunos de nuestros lectores también han pagado una suscripción. Fuera de ellos, unos cuantos amigos han aportado por iniciativa personal y voluntaria una colaboración económica simbólica. Definitivamente Tlanestli aparece por el deseo de divulgar el pensamiento, las ideas y las experiencias, para ponerlas a debate entre los lectores.
Para cerrar este editorial, viene a propósito una cita de Samuel Ramos tomada de su libro El perfil del hombre y la cultura en México, “El pensamiento es la posibilidad de aprovechar el recuerdo de nuestras experiencias en favor del presente y también, al mismo tiempo, el órgano para la previsión del futuro. Pero es, sobre todo, en cuanto a inteligencia y comprensión, la ventana para asomarnos al mundo y ponernos en comunicación con los hombres y las cosas. Representa por ello el instrumento que nos pone en relación espiritual con la sociedad y con el mundo y permite fijar nuestra posición en éste”.


Revueltas y su tiempo. Una reseña bibliográfica *



Javier Ortiz Aguilar


José Revueltas es un hombre multidimensional: militante de organizaciones marxistas, filósofo y novelista. Participa desde los trece años en las movilizaciones obreras contra el callismo. Y desde entonces ninguna protesta social le es ajena. En 1968 hace causa común con los estudiantes, y es acusado de ser el autor intelectual del movimiento estudiantil-popular e ingresa al Palacio Negro de Lecumberri. De su estancia en las Islas Marías lega un testimonio invaluable del hombre en situación revolucionaria, su novela Los muros de agua; de Lecumberri, otra novela desgarradora, El apando. Bien puede afirmarse que las novelas sintetizan las preocupaciones del Revueltas comunista y del Revueltas filósofo. Pues, evidentemente, sus diálogos son el medio de la búsqueda obsesiva por una sociedad justa, entre seres terrenales, es decir, limitados. La praxis política lo conduce al desencuentro ideológico con el dogmatismo y el escepticismo. Esta concepción del hombre provoca las críticas, la mayoría de veces injustas, de sus compañeros de militancia.
El maestro Roberto Escudero fue su alumno, amigo muy cercano y compañero de luchas e ideas. Con esta afortunada relación escribe un texto de lectura necesaria: Un año de la vida de José Revueltas. En contra de lo que pudiera esperarse, no es una apología, sino una reflexión sistemática sobre un marxista que adquiere con mayor claridad, a pesar de sus paradojas y contradicciones, el drama de su tiempo. Resulta importante para el interesado en conocer los años de la llamada guerra fría, pero también para los interesados en la historia de las ideas en México, desde una perspectiva marxista nada ortodoxa.
Escudero, en primer lugar, delimita el periodo de estudio: de abril a junio de 1950. Posteriormente, plantea el conflicto surgido por la publicación de Los días terrenales y la puesta en escena de El cuadrante de la soledad, con los
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• Roberto Escudero. Un año en la vida de José Revueltas. México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2009.
intelectuales de izquierda, principalmente Vicente Lombardo Toledano, Enrique Ramírez Ramírez, Antonio Rodríguez y Pablo Neruda. La crítica de sus compañeros de lucha fue implacable.
El autor resume el sentido de todas las acusaciones en los siguientes términos: “un escritor nihilista, existencialista, corrompido y corruptor” . Por supuesto, también presenta las críticas de escritores de la talla de Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, que, paradójicamente, sin coincidir en principios ideológicos, reconocen públicamente el valor estético de las creaciones literarias de Revueltas. Además, incluye la crítica de Adolfo Sánchez Vázquez, que a pesar de no ser testigo del conflicto, tiene una autoridad indiscutible en la estética marxista. Sigue con la exposición del ambiente intelectual de los años cincuenta definido por la presencia del nihilismo, el existencialismo, la fenomenología y la filosofía de lo mexicano. Para el autor, las obras más relevantes son: El laberinto de la soledad de Octavio Paz, Los grandes momentos del indigenismo en México de Luis Villoro y la obra fílmica de Luis Buñuel: Los olvidados. En este contexto adquiere sentido y significación la obra de Revueltas y la crítica ortodoxa de los comunistas mexicanos.
La idea central de Roberto Escudero consiste en mostrar la producción literaria de José Revueltas, no intenta mantenerse en los límites academicistas, de interpretar al mundo. Por el contrario, es el intelectual ubicado en el ámbito del conflicto, y desde ahí percibe al hombre en su temporalidad, en los linderos de su existencia concreta. Este horizonte es el referente de toda su producción literaria y su teoría revolucionaria. Viviendo la finitud de la existencia, resulta ser el primer marxista que adquiere conciencia del nihilismo europeo.
En esta concepción, en cuanto niega toda substancia, una definición del nihilismo resulta imposible. Ramón Xirau afirma que esta percepción significa simplemente caos . Desde esta perspectiva, la existencia humana pierde toda significación y sentido. En consecuencia, no existen las condiciones de posibilidad para desplegar en el futuro la naturaleza humana. En este sentido, Revueltas anula la promesa de progreso y libertad de la modernidad.
En Europa la conciencia intelectual, años antes, está preocupada por la nueva situación: la crisis de 1929 apunta a una nueva guerra mundial, aún cuando estaban frescas en la memoria las experiencias dramáticas del primer conflicto bélico mundial. Precisamente son los historiadores los primeros que se manifiestan. La razón es evidente, si no hay progreso entonces la legitimidad de la historia se pierde. Marc Bloch, afirma que la causa de la hecatombe no es la irracionalidad de la historia, sino el desarrollo económico liberado de la conciencia histórica y social. Gordon Childe, más contundente, escribe en el prólogo de Los orígenes de la civilización: Los europeos viven, ante un hecho evidente, con la convicción de un retorno a la barbarie, pero ahora altamente tecnificada .
El ambiente intelectual y la experiencia militante alejan a Revueltas de las respuestas fáciles del marxismo ortodoxo del Partido Comunista de la URSS y de el de México. Por esta razón se sitúa en la intemperie de su tiempo. Desde esta situación va construyendo un marxismo fresco y consecuente frente a concepciones revolucionarias esclerotizadas. Este es el pecado cometido, por el que se le obliga a quitar de la venta su novela Los días terrenales y retirar de escena su obra de teatro El cuadrante de la soledad.
Si bien la novela no tiene la aceptación del público (solamente un libro se vendió), la obra de teatro, por sus reconocidos actores, la escenografía y la buena dirección teatral, tuvieron una asistencia sorprendente.
El retiro de la novela y la obra de teatro obedece, según José Emilio Pacheco, a la personalidad y al compromiso del autor: “La modestia de Revueltas no es la pusilanimidad ni la soberbia, sino una diaria manifestación de su conciencia crítica que se mostró emisora y receptora con idéntica agudeza”
El texto nos muestra de manera plástica el ambiente intelectual y político de una época crucial y poco tratada de la historia de México.

EL DILEMA.



Ohtli L. Enríquez González

Hasta la fecha nuestro México sigue avanzando a traspiés y no logra unificar un proyecto de transformación social real. La pulverización de los grupos precolombinos a manos de españoles produjo el nacimiento de una sociedad mestiza viciada, resentida y golpeada. Hijastra de las disposiciones occidentalistas, esta heterogénea sociedad se instruyó en el “callar y obedecer” que pervive en lo hondo de nuestras estructuras mentales como nación. Cuando intereses de una minoría con poderío económico y en desacuerdo con las directrices gubernamentales proclamaron la independencia política respecto a España, se dio paso a la encarnizada lucha de sátrapas. Un clima (¿similar al actual?) de inseguridad prevalecía en las ciudades, caminos y pueblos, sobreponiéndose la ley del más fuerte. El ambiguo proyecto de Estado no logró cristalizar hasta el triunfo del liberalismo en la segunda mitad del siglo XIX, y su puesta en práctica definitiva bajo el conservadurismo Porfiriano.
Con el estallido de la Revolución Mexicana sobrevino otra querella confundida entre la justicia social, el anhelo modernizador y nuevamente los intereses de grupo. Cuando el país se institucionaliza bajo aquella Dictadura perfecta que señaló Mario Vargas Llosa en 1990, nuestro país adquirió la faz de país emergente que aspira, busca y pretende un mejor nivel de vida pero que no se logra. Ese es quizás uno de los grandes dilemas del mexicano, cuando de populacho pasó a ciudadano consciente de sus derechos y obligaciones. Pero, ¿A qué es atribuible esa situación? ¿Es en verdad sólo culpa de la política o las grandes empresas transnacionales que gobiernan con sus chequeras? ¿Cuáles son las limitantes reales que impiden dar el paso definitivo al desarrollo con bienestar social?
Tras las malas decisiones en las esferas económicas, políticas y sociales se encuentra un modo de ser, de entender al mundo y a nosotros mismos, un ADN social que desafortunadamente traemos gran parte de los mexicanos y del cual no es difícil desprendernos. Para dar explicación a tal estado, la teoría Bourdeausiana nos puede apoyar en la comprensión de algunos elementos que generan este dilema y algunas formas en las que opera.


Pierre Bourdieu y el concepto de Habitus.
Autodenominado como constructivista estructuralista, este sociólogo francés pretende dilucidar los mecanismos de acción al interior del mundo social mediante las prácticas cotidianas y en general esquemas de percepción, pensamiento y acción de los seres humanos. Para ello sostiene el genuino interés de abolir la frontera tradicional entre lo colectivo y lo individual, lo público y lo privado, entre determinismo y relativismo, por citar algunos. Sin duda un referente para la sociología actual por lo vasto de sus propuestas teóricas y metodológicas, entre otros, propone el empleo del concepto de Habitus para comprender el complejo entramado de motivaciones y condiciones objetivas que orientan el pensar, decir y hacer de grupos sociales concretos. En términos generales el Habitus se ocupa de los procesos mediante los cuales los individuos estrechan la relación entre las condiciones objetivas y la interiorización de ese mundo de representaciones.
Bajo esta perspectiva, Bourdieu nos dice que los hombres hacen concordar las estructuras externas con su capital cultural, educativo y político. Así, las condiciones económicas y de clase juegan un papel preponderante, pues no todos los habitantes poseemos un mismo habitus. De ahí que éste sirva como punto de partida para la creación y reproducción de prácticas culturales y representaciones sociales.
El destacado sociólogo conceptualiza el habitus como una “estructura estructurante, que organiza las prácticas y la percepción de las prácticas (…) es también estructura estructurada: el principio del mundo social es a su vez producto de la incorporación de la división de clases sociales (…) Sistema de esquemas generadores de prácticas que expresa de forma sistémica la necesidad y las libertades inherentes a la condición de clase y la diferencia constitutiva de la posición. El habitus aprehende las diferencias de condición que retiene bajo la forma de diferencias entre unas prácticas enclasadas y enclasantes (como productos del habitus), según unos principios de diferenciación que, al ser a su vez producto de estas diferencias, son objetivamente atribuidos a éstas y tienden por consiguiente a percibirlas como naturales.

David Morley lo interpreta de manera más sencilla, ya que el habitus “permite aprehender la articulación de las dos dimensiones de estructura y acción: en tanto matriz de disposiciones y competencias capaz de generar y asegurar una amplia variedad de prácticas específicas, donde sin embargo, como lo advierte Murdock, <>”. Por su parte, Angela Giglia, bajo una denominación más sintética, condensa todo esto llamando al habitus un “Saber con el cuerpo” .

Ese saber es resultado de una larga construcción histórica que hoy en día dinamita en el grueso de la población a pesar de la gran diferenciación laboral y social que hemos experimentado los últimos años. Aquí es necesario realizar una observación, Bourdieu considera que su concepto es aplicable exclusivamente a grupos con una pertenencia socioeconómica particular. Para esta situación entendemos que ese grupo en realidad se compone por millones de habitantes con manifestaciones humanas tan variadas y heterogéneas como resultado de los diversos procesos hegemónicos y culturales locales. A pesar de lo cual expresan multitud de rasgos comunes, uno de ellos el de la actitud pesimista y de sorna ante la vida. Octavio Paz en su Laberinto de la soledad ya advertía que “nos reímos de la muerte porque la vida ya nos ha curado de espanto”. Cuando decimos “nos reímos de todo” se pondera el carácter jocoso, festivo y desenfadado de una sociedad que en el fondo debe buscar medios para desentenderse de una realidad poblada de injusticias, irresponsabilidades y miseria.
El habitus se alimenta de un capital vivencial y más relacionado con los saberes significativos y el prestigio que con el dinero y los valores materiales. Grosso modo, el capital que identifica Bourdieu se divide en:
• Económico: seguramente más relacionado por el lector con el pensamiento marxista, efectivamente remite al nivel de ingresos y cantidad de inmuebles acumulados que brindan seguridad material y superioridad a un grupo a partir de la posesión de recursos para la producción.
• Cultural: en oposición se ubica éste que se alimenta de los conocimientos, habilidades y aptitudes (competencias) aprendidas y desarrolladas como el saber expresarse de forma oral en público o el saber redactar correcta y coherentemente un texto, por citar algunos ejemplos. Pero como sabemos que bajo el sistema capitalista en el que vivimos nadie (o casi nadie) vive por el puro amor al arte, es menester acumular títulos académicos que acrediten nuestro saber. Finalmente un individuo acrecentará ese capital cultural en la medida que conserve y utilice mayor cantidad de bienes culturales como libros, discos, software, etc.
• Social: compuesto por dos esferas íntimamente ligadas. Por un lado el código ético que permite relaciones de convivencia sanas y pacíficas, engendradas por la familia y la escuela, génesis de la reproducción social. Aquí se ubican los valores, las normas morales y legales, así como las tradiciones. Además se deben sumar las relaciones sociales en general, sobre todo los lazos existentes con personas ubicadas en un estrato social superior que pueda ofrecer algún apoyo a futuro.
• Simbólico: Se le puede llamar así al conocimiento y reconocimiento que los otros tienen y dan de los capitales económico y cultural. Esto es, el prestigio, honorabilidad o buen gusto que ve o sabe la sociedad que un individuo carga consigo. Este nutre de forma considerable los contactos o padrinos y compadres que incrementan nuestro capital social.
Cada uno de ellos nos identifica como personas y colectivo. Nacemos con un habitus y un capital específico que sirve como base para adquirir, rechazar y desarrollar nuevas prácticas y creencias, así como sustentar otros valores. No son una cárcel que nos limite, más bien son las estructuras que delimitan nuestro andar por el mundo, pero que se puede acrecentar o dilapidar, según sea el caso. La propuesta es que situemos las características que dan forma a nuestra persona a partir del grupo en el cual nos desenvolvemos y aprendamos a desarrollar los que pueden llevarnos al éxito. Sin duda, como toda propuesta teórica, tiende a ser reduccionista y en ocasiones no aprehende completamente la gran cantidad de elementos que ofrece el potencial humano. Sin embargo, ofrece algunas pistas para dar sentido a nuestra integralidad y el por qué de nuestras filiaciones, fobias y omisiones.

Un vistazo a la realidad.
Para situar de manera concreta algunas de estas ideas, observemos un caso concreto con jóvenes inscritos en el nivel de educación básica en una colonia periférica de la ciudad de Xalapa. Antes que nada, se debe reconocer en ellos el interés por mejorar sus condiciones de vida. De ahí que cursaran estudios de primaria y secundaria el ciclo escolar 2010-2011. Algunos poseen relativa conciencia de que yendo a la escuela adquirirán algún tipo de conocimiento que les permita “ser mejores”. Pero en realidad asisten obligados por familiares que ven en los estudios una forma de movilidad social, pues un certificado de educación básica quizás redunde en un mejor trabajo. Como se ha visto, sólo una parte, la más pragmática, del capital cultural.
Los jóvenes y adultos poseen una percepción, valoración y acción inculcada por su familia de manera no intencionada, pues es el actuar cotidiano de sus mayores el que les revela las estrategias para desenvolverse. Lo que se puede observar es lo siguiente, con padres sin estudios y dedicados a empleos informales, a oficios diversos, a labores domésticas en el caso de las madres y a la albañilería los padres, principalmente, los hijos aprenden esa como la única forma de vivir. Los niños y jóvenes saben que lo importante es resolver las necesidades presentes, apremiantes como la de comer. Como las jornadas laborales son amplias y extenuantes, la vida se reduce a una pesada y sufrida existencia; bajo este esquema la escuela, los estudios, no representan prácticamente nada. Estos jóvenes prefieren fumarse un cigarro en la esquina de la colonia en compañía de su grupo de amigos, beber una cerveza en la banqueta, pasar el tiempo en las maquinitas (videojuegos) en la miscelánea de costumbre o perseguir a su quimérico amor. Y por supuesto, gustos (para más de uno necesidades básicas) construidos por su historia de familia y por el colectivo que les rodea con un similar capital económico. Tras la larga jornada, lo que el cuerpo menos requiere, según su habitus específico, es pasar un par de horas en la escuela para leer y escribir; ¡qué inútil el libro de Español! (estudio de las corrientes literarias), exclamó en alguna ocasión una alumna del tercer grado de secundaria. Un esfuerzo mayor no es posible, un “no puedo porque trabajo” es una frase muy repetida. En alguna ocasión dicha por otro muchacho que atendía un puesto de ropa en el centro de la ciudad. Trabajo reconocido por sus amigos y familiares como bueno. Joven que motivado por su madre, al final sí concluyó sus estudios, pero a regañadientes.
Como es obvio reconocer, el capital económico de esta población es muy limitado y la mayor parte del tiempo es invertido en el trabajo. Casi todos los jóvenes se han incorporado a actividades laborales. Algunos de ellos contribuyen con el gasto familiar de manera porcentual. En el mayor de los casos ese dinero sirve para atender las necesidades que su capital social les exige. Portar el teléfono más novedoso (smartphone), comprarse ropa y calzado de moda (normalmente imitación), mantener el cabello teñido o incluir una nueva perforación en la cara, todo ello hasta redundar en un gusto kitsch.
Los títulos escolares son mínimos o inexistentes, no ostentan bienes culturales más que discos de reggaetón, banda o chunchaca. Los libros ni regalados, se humedecen y se tiran a la basura, pero, lo más significativo, se cree que los componentes de formación básica no brindan ningún conocimiento real para la solución de sus carestías o la concreción de sus anhelos. En todo caso, se muestra una conciencia en la trascendencia del manejo de las operaciones matemáticas básicas, pues son el medio para que no les vean la cara en el trato comercial.
Los códigos que guían su vida son lealtad a la familia, la ley del mínimo esfuerzo y la cultura del agandalle. Un pilar fundamental dentro de esta forma de ver la realidad tiene que ver con el sustento que ofrecen los programas federales de asistencia social. No se respetan gran parte de las normas legales e impera un pasarla bien que se expresa en el chachareo, el baile y el alcohol o las drogas. Existen las redes sociales ligadas a la protección del grupo y el apoyo fraterno/económico de las familias respecto a cumpleaños, celebraciones religiosas y fechas especiales del calendario festivo. Finalmente, el capital simbólico se expresa en corpulencia física o atractivo ante el sexo opuesto, destreza para el fútbol o el baile, aguante al momento de las chelas, cantidad de novias (os) y por supuesto nivel de ingreso, normalmente mal administrado o empleado en cosas superfluas.
Con algunos de estos indicadores puede hacerse una suerte de figuración de un posible habitus concreto, aplicable a otros contextos similares de nuestra nación. Es un grupo con un proyecto de vida limitado e incluso inexistente y con un imaginario profesional y cultural restringido. La violencia es otro factor fundamental, pues las agresiones en banda por el territorio es otra preocupación con la que después cada individuo prosigue su andar. Los altercados con la justicia se vuelven parte de la normalidad. Así, el respeto a las normas y la convivencia armónica no figuran dentro de su forma de socialización. En los casos más radicales este es el caldo de cultivo de los futuros empleados de la delincuencia organizada, quienes buscan dinero fácil.

Tomando como pretexto a Tlanestli para la aproximación a ese habitus del que se han esbozado algunas líneas, esperamos pueda ser de utilidad no para burlarnos, abrumarnos o compadecernos de esa magra realidad, sino para comprender un estado y favorecer el advenimiento de otro mejor. Recordemos que el habitus nos define y es base para nuestra transformación. Es importante respetar las diferencias culturales, pero no podemos contentarnos con el confort de una vida fácil que no exige nada más que el cumplimiento de necesidades básicas presentes y el desentendimiento con los medios que no se aprovechan de forma efectiva. La idea es superar el no me exijan porque yo no exijo con el que regularmente nos encontramos. Tras esa negra noche de mediocridad un nuevo “Amanecer” es posible. Todo recae en nuestros esfuerzos individuales y en la actitud con la que cuerpo, espíritu y mente de cada uno de nosotros enfoque los retos que esta compleja sociedad día con día impone. Sin duda, más allá del dinero, el reconocimiento social y los títulos lo más importante es mantener una paz interior que nos da la felicidad de hacer lo que nos gusta. Esperemos pueda aportar algo en beneficio del colectivo y ese dilema del ya merito obstaculizado por las decisiones políticas-económicas materialice en un pude y soy mejor guiado por una toma de conciencia de nuestras posibilidades.


FUENTES DE CONSULTA:

Pierre Bourdieu (2008) Capital cultural, escuela y espacio social. Siglo XXI editores, México.

Pierre Bourdieu (1988) La distinción. Taurus, Madrid.

Gilberto Giménez, La sociología de Pierre Bourdieu, recuperado el 16 de julio de 2011 en http://www.paginasprodigy.com/peimber/BOURDIEU.pdf


David Morley (1996) Televisión, audiencias y estudios culturales. Amorrortu editores, Buenos Aires.

Octavio Paz, El laberinto de la soledad. Recuperado el 16 de julio de 2001 en http://biblio3.url.edu.gt/Libros/16/laberinto.pdf

EDUCACION POR COMPETENCIAS… Un nuevo paradigma


Por Silvio Humberto Bibiano Ventura
Al inicio de la década de los noventa, nuestro país iniciaba una nueva etapa al abrir su relación a un mundo que cada día mostraba las exigencias de la globalización; así, México se preparaba para firmar un acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá. Este compromiso implicó reconocer la necesidad de transformar en forma acelerada algunos de los rubros de nuestro sistema económico y social, entre ellos uno central; el educativo.
Al respecto, la reforma educativa más reciente databa de 1972 y por tanto para 1992, en un lapso de veinte años, era evidente que la formación de las nuevas generaciones mostraba serios atrasos frente a los requerimientos educativos de la época. El Tratado Trilateral de Libre Comercio (TLC), exigía condiciones de cierta similitud para cada uno de los países firmantes, a efecto de evitar futuros desequilibrios y, en consecuencia, la posibilidad de incumplimiento en los compromisos contraídos.
En este contexto, el Gobierno Federal convocó a la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB), documento que fue suscrito por los gobernadores de las entidades federativas, secretarios del gobierno federal, representantes de los sectores empresariales y del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), entre otros. Este acuerdo propició la construcción de un nuevo plan de estudios para la educación básica, que ahora reconocía como mínimo una escolaridad de nueve años, es decir, seis de educación primaria y tres de educación secundaria.
Al respecto, el enfoque del diseño curricular se modificó y se propuso una nueva currícula basada en la construcción del conocimiento por parte del alumno, adoptando así las nuevas corrientes educativas que para ese período ya se aplicaban en algunos países de Europa. Con esta decisión, se abandona el modelo conductista de los años 60 que exigía la planeación por objetivos y definía hacia dónde debería ir el docente con sus acciones en busca de metas medibles y evaluables. Se abandonó el marco teórico basado en que el conocimiento se obtiene mediante el estímulo y la respuesta; los maestros ya no formularon sus planeaciones teniendo en cuenta objetivos generales, particulares y específicos. Asimismo, los docentes ya no aplicaron actividades desarticuladas y repetitivas ni continuaron centrando su atención en conductas de aprendizajes concretos en los estudiantes; se eliminó la aplicación de exámenes de opción múltiple o de preguntas cortas que buscaban respuestas contundentes de los conocimientos adquiridos, y por tanto, se alejaron de la memorización como principal recurso de aprendizaje.
La reforma de 1992 introduce a la planeación educativa nuevos conceptos, y ahora el modelo curricular enfatiza su interés en el proceso que debe recorrer el estudiante para obtener sus aprendizajes; de acuerdo con el enfoque constructivista, el conocimiento es construido por el estudiante con la mediación del docente. Así, el maestro pasa de ser el enseñante, el poseedor del conocimiento, a coordinador, a facilitador de los medios para que los alumnos descubran nuevos conocimientos que deberán estar enlazados a otros previos o bien, al aporte de los andamiajes necesarios en la formación de los estudiantes.
Otro de los aspectos que se introducen al lenguaje educativo de la planeación es el diseño por bloques temáticos, los cuales pueden ser independientes unos de otros, pero que en algún momento pueden ser retomados para construir conocimientos más profundos sobre el tema. Por ello, la planeación se define con propósitos en torno a un tema sobre el cual el alumno empezará a construir su propio aprendizaje, en seguimiento a una estrategia trazada por el docente. En cuanto a la evaluación, ésta atenderá al proceso que se siguió para alcanzar el conocimiento y analizará evidencias de tipo formativo y sumativo para saber cómo se llegó a él. Sin embargo, el énfasis estará sólo en la construcción del conocimiento y no tanto en cómo lo usa o aplica el alumno en su vida cotidiana. Por el esfuerzo intelectual puede decirse que el modelo constructivista utiliza todas las áreas cerebrales de asociación y las zonas del lenguaje y en particular, las de construcción de significados.
El final del siglo XX y el inició del siglo XXI ha sido una época donde lo único permanente es el cambio, y así, al incorporarse nuestro país a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), se asumen compromisos y se aceptan exigencias de las naciones miembros de este organismo donde, una vez más, se cuestiona al sistema educativo, el cual deberá someterse a evaluaciones periódicas, bajo criterios definidos por una comisión internacional. De igual forma, el gobierno mexicano se compromete a aplicar en forma anual evaluaciones que permitan conocer el nivel alcanzado por los estudiantes del sistema nacional, con el propósito de llevar a cabo las acciones necesarias que coadyuven a la mejora de los resultados educativos y así, estar a la altura de los nuevos estándares.
A ese respecto, es pertinente mencionar que en 1991, los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), cuestionaban cuál debería ser la educación para las generaciones del siglo XXI; para encontrar una respuesta al nivel de este gran compromiso, se integró una comisión de expertos formada con especialistas, académicos y políticos, quienes se abocaron a la discusión del tema. Esta comisión elaboró un reporte que llevó como título “La educación encierra un tesoro”, en el cual se afirma que era inminente un cambio en el fin de la educación, y que urgía dejar atrás la transmisión de los conocimientos a las generaciones futuras, para arribar a un modelo donde se privilegie el “aprender a aprender”, en razón de que actualmente ya no existe ni la más remota posibilidad de que los niños, niñas y jóvenes sean capaces de aprender todos los conocimientos producidos por la humanidad a la fecha.
Frente a este razonamiento, donde ya no es posible considerar que la educación sea la única vía para adquirir conocimiento, y que por tanto, ni la escuela ni los maestros son poseedores de éste en su totalidad, la UNESCO propuso que todos los sistemas educativos del mundo adoptaran un nuevo paradigma que promoviera el “ aprender a aprender”, proceso fundamentado en cuatro pilares que son: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser, situación que se puede lograr sólo si la educación se lleva a cabo mediante el desarrollo de las competencias para la vida.
Desde esa perspectiva metodológica, una competencia supone que la persona que la posee, sabe hacer las cosas, pero no mecánicamente sino con un conocimiento de causa, con cierta habilidad y destreza que le permite ser y hacer con los otros. Cuando nos referimos a una competencia, estamos hablando de una capacidad cognitivo-conductual, es decir, el equivalente al potencial que posee una persona para poner en uso los conocimientos adquiridos, mediante ciertas habilidades de pensamiento y ejecuciones diversas que en su oportunidad, se despliegan en contextos sociales reales y específicos. Para Argudín (2005), una competencia es “el conjunto de comportamientos socioafectivos y habilidades cognoscitivas, psicológicas, sensoriales y motoras que permiten llevar a cabo adecuadamente un desempeño, una función, una actividad o una tarea”. En síntesis, las competencias no sólo puntualizan lo que tiene que saber el estudiante, sino lo que sabe hacer con el conocimiento en contextos específicos en respuesta a las demandas sociales que se le presentan.
Con nuevo paradigma que orienta a la educación internacional, fue elaborado el Programa de Educación Preescolar dado a conocer en 2004 (PEP-2004), y con éste, se inició una reforma de los planes de estudio del resto de la educación nacional; el currículum de la educación secundaria es modificado en el período 2006-2009; el de la educación primaria está por cerrar su reforma con la incorporación del programa del tercer grado en el ciclo escolar 2011-2012; dicha reforma amplía su impacto hacia los niveles de educación media superior (bachillerato) y superior, como es el caso de la educación normal, donde todo parece indicar, se aplicará en los planes de estudio de las licenciaturas de educación primaria y preescolar a partir del ciclo escolar que está por iniciar.
Frente a este nuevo escenario de una educación basada en competencias, es muy importante que todos los docentes tengan claridad de los conceptos que ahora deben aplicarse en los procesos de enseñanza-aprendizaje, a efecto de que realmente se propicié el desarrollo educativo con el marco teórico que fundamenta la nueva currícula.
Es prioritario tener claro que no basta con aprender conocimientos, que también hay que saber usarlos y aplicarlos con responsabilidad; que se debe crear la coherencia necesaria entre lo que se piensa, se dice y se hace. Así, la persona no es lo que sabe, sino lo que sabe pensar para luego hacer. Como docentes es conveniente tener presente que cuando se trabaja por competencias, el estudiante se hace responsable de su propio aprendizaje, y al hacerlo, poco a poco se hará competente, y no necesariamente competitivo.
Desde una perspectiva de planeación, una competencia se convierte en una meta terminal que define el punto al cual debe llegar el docente como resultado de su trabajo en aula. Ahora bien, existe parecido con los anteriores objetivos y propósitos, sin embargo, son distintos del marco por competencias en virtud de que surgen a partir de un esquema teórico conceptual diferente. Los objetivos, surgidos en la propuesta conductista, tienen interés en observar el comportamiento a desarrollar como resultado de un estímulo impuesto por el docente; los propósitos, en cambio, precisan lo que debe hacer el maestro para que el estudiante construya su aprendizaje de manera activa con la mediación del docente y de sus pares. En el nuevo enfoque, las competencias poseen un diseño teórico cognitivo-conductual conforme al cual el conocimiento adquirido con la aplicación de habilidades del pensamiento específicas en la resolución de problemas, tenderán a alcanzar desempeños como resultado de las demandas diferenciadas del entorno, como formas de adaptación a su realidad. (Frade Rubio-2009).
Con el interés de establecer claramente las diferencias de la educación basada en competencias con los modelos anteriores, diremos que los objetivos conductistas atienden un solo aspecto: la conducta. El constructivismo por su parte, centra sus propósitos en el aprendizaje y hace énfasis en el ámbito cognitivo, es decir, al proceso por medio del cual se llegó al conocimiento. Como un avance en el desarrollo educativo, las competencias identifican los conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes y valores, elementos requeridos al llevar a cabo un desempeño, esto es, se manifiestan al realizar una tarea con un sentido precisado por el sujeto que la realiza. Si bien, un objetivo conductista o un propósito constructivista definen qué sabe el alumno al final de un proceso educativo, una competencia precisa qué debe saber hacer con el conocimiento, ya sea al finalizar un ciclo escolar o una clase. Esta es la razón por la que al planear, las competencias se definen en presente, lo que no sucede con un objetivo o propósito, que regularmente se redacta en futuro, ya que se considera que al término de las actividades los estudiantes habrán alcanzado la meta.
Las competencias establecen atención tanto a las metas finales como a los procesos que deben recorrer los estudiantes para lograr aprendizajes. Por lo anterior, la educación por competencias responde en forma más efectiva a una formación integral donde los distintos rasgos de la persona se activan y le permiten una actuación a la altura de las necesidades de una nueva sociedad. Finalmente, resulta conveniente señalar que el magisterio nacional debe asumir con profesionalismo este reto, a efecto de que la educación de nuestro país muestre un avance significativo en la formación de las nuevas generaciones a quienes corresponde continuar impulsando el desarrollo de este mundo globalizado.
Bibliografía:
Argudín, Yolanda, Educación Basada en Competencias, Trillas México 2005.
Delors, Jacques, et al., La Educación Encierra un Tesoro, UNESCO, 1997.
Frade Rubio, Laura, Planeación por Competencias, editora 2009.

DE CORAZÓN GRANDE


Ariel López Alvarez
Después de darle mil vueltas a la estela de pensamientos que me ha dejado un encuentro, he optado por escribir sobre la mágica fugacidad de su desenlace. Aunque bien sé que no soy nadie para pronunciar licenciosos calificativos de los aires conductores de quienes se mueven en la fe, en las esperanzas e ilusiones que nacen en la profundidad de sus adentros, —aunque bien sé todo eso, decía— también me considero un testigo del cómo se dan vivencias que trascienden la historia de las personas, llevándolas más allá de su existencia. Es así como puedo decir que soy un medio, a través de estas líneas, para disfrutar de los anhelos de una dama de quien ya nunca supe más y que, en aquella noche, alcanzaría a elevar su ser hasta liberarse de los yerros del entendimiento con los cuales nos sujeta lo humano.
Más o menos así fueron las cosas:
Todo comenzó cuando me detuve afuera de una fiesta. Desde ahí, la novia parecía levitar graciosamente con su vestido. Su ligereza me la recordaba de niña, cuando corría entre los ladrillos de una obra en construcción. De la asociación de ambas escenas caí en la cuenta de que antaño, en esos azarosos días en los cuales las carcajadas infantiles eran cobijo de cualquier amargura, sus papás cimentaban dos proyectos: levantar la casa y educar a una hija.
Ahora, Gaby se veía hermosa tras esa fachada de largos espacios vidriados frente a donde me hallaba. Las luces por doquier eran el medio a través del que se trasminaba la animosidad del interior. El retumbar de los bajos me hacía perder la modulación de la música. A la par, comencé a divertirme escudriñando entre los azulinos destellos que mayormente resplandecían y, sin querer, se me hizo presente una pintura, la vertical movement de Barns-Graham, donde el artista intenta eclosionar en el espectador su propio contenido de la obra, a través de una imaginaria posición en cadencia de un solo blanco entre el azul de la pintura. De la representación, ante mis ojos emergía una bella crisálida de un acto sacramental.
De repente, me sacó del ensimismamiento el travieso susurro de una señora canturreando:
— Buenas noches. ¡Je!, vengo al casamiento de mi hija.
Respondí al saludo de gracioso tono con un gesto de entendimiento. Bien sabía yo quiénes eran los padres de la novia. Probablemente —me figuré—, ésta era una de esas mamás de corazón grande, una de aquellas que, además de los hijos que les da la vida, tienen regazo emocional para tantos más. Ella tomó un resuello, de cara a los vientos de temporada que suavemente nos golpeaban en el crepúsculo de la tarde, y agregó cambiando el acento:
— Este soplo algo tiene de especial y distinto a cuantos me ha tocado disfrutar. Lo imagino como el mensajero de las buenas nuevas. ¿No le parece? Es cierto lo que le digo, y no se vaya a reír, pero creo que las personas empezamos a morir cuando olvidamos nuestras esperanzas e ilusiones.
Asentí con la cabeza, sin contestar nada, aunque parecíamos estar en mundos diferentes. En un mismo punto, yo me divertía con la policromía de las lámparas al cruzar los cristales, mientras ella hacía lo propio con un viento que a momentos no nos dejaba respirar. En fin, para completar el casual encuentro, Corazón grande —creo que la puedo llamar así— se alejó cantando una trova que me cambió de sintonía:
Mi unicornio azul ayer se me perdió,
pastando lo dejé y desapareció.
Cualquier información bien la voy a pagar.
Las flores que dejó
no me han querido hablar.
¡Ah!, ese tonillo me había podido en el alma: “Cuántos habremos buscado penetrar en los recónditos de esa poesía hecha canción, proveniente de la fascinación por la magia” —quise gritarle cuando se adelantaba a la entrada—. También, pensé, el arreglo musical de Vitier me parece una genialidad que termina con un impresionante giro a toda orquesta. Y, luego, que si el diálogo con un niño en la montaña, unos jeans o un lapicero de tinta azul fueron tal vez la inspiración de la canción, pues al que la escucha no le debe de importar. No le debería importar eso a nadie porque no tiene caso buscarle una miríada de interpretaciones a lo que debe entenderse como resultado de la extraordinaria fantasía del artista. En mi caso, hace años cometí el error de especular que el unicornio azul era una imagen de Dios que Silvio Rodríguez no podía exteriorizar abiertamente por cuestiones ideológicas.
Sin más demora, a una pierna y con muletas, avancé con dificultad hacia la misma entrada. Recuerdo que eran días en los que no podía caminar como siempre se hace. Mi hijo me ayudó a ingresar al amplio lugar de doble altura, sin gran ornato y portento de una nueva época en la arquitectura minimalista. Adentro, mis ojos se fueron adaptando a la oscuridad de las partes externas del pasillo por donde se circulaba, hasta donde no iluminaba la luz artificial de la Disco, ya tornada multicolor. En el lento tránsito hacia nuestros asientos me di oportunidad de apreciar la originalidad de la fiesta. No había una mesa principal ni un servicio individual de atención a los invitados; sólo bastaba estirar la mano para tomar el antojo, por así decirlo. Todo, sin ningún espacio peripuesto de cursilerías de los que adornan los salones solemnes, parecía estar a tono con las bellas formas y frescura de las amigas de los novios, resaltadas en sus entallados y breves vestidos.
En general, los invitados llegaban a sentarse en taburetes. Por mi condición, tuve oportunidad de descansar mi espalda en la orilla de un largo sillón de piel que me compartió alguien. “Arrímese para acá”, me dijo espontáneamente una voz al poco rato. Al agradecerle, me hallé con una cara conocida; era nada menos que la de Corazón grande, esculpida en piel morena, con finísimos surcos formados en una tez que ya se había dejado vencer por los muchos inviernos transcurridos. Probablemente rayaba en los setenta años de edad. Entonces ella me sonreía mientras se acercaba al arreglo de la mesa para tomar entre sus manos un botón de cierta rosa blanquecina, el cual nunca soltaría en adelante.
A leguas se notaba que compartíamos lugar, pero que Corazón grande no tenía espacio para mí. Ella se dedicaba a seguir con placidez el baile de los novios. Se comportaba ansiosa, como las anfitrionas de los festejos que desean que todos atestiguaran su felicidad. Por minutos se sosegaba dejando caer los hombros y sus gestos cambiaban, tornándose melancólicos. Tras un respingo, regresaba a una contagiosa euforia que la hacía disfrutar el baile como nadie.
Más tarde, el compás de la música cambió a ritmos lentos, permitiendo a los novios mostrarse su amor. También, el sonido bajó de intensidad y la luz se tornó blanca, radiante. En el exterior los vientos de febrero comenzaron a amainar, como si algo incorpóreo los utilizara para mostrar la satisfacción de su frenesí, como si algo incorpóreo quisiera cumplir una misión en la tierra.
En esos momentos, Corazón grande se levantó para retirarse. Enjugó las lágrimas y el sudor de su rostro con un raído pañuelo desteñido que guardó con cuidado en el pecho. Ella me captó viéndola e, instintivamente, tomó mis manos para despedirse. Seguramente no se daba cuenta de que me apretaba con fuerza. Su expresión trasmitía mil sentimientos y, a propósito de la vieja prenda, me dijo:
— Era de mi niña. Murió de un cáncer a temprana edad. Verá, cuando le dimos el último adiós, mi comadre me concedió el honor de que su recién nacida se llamara igual. Mi hija es la Gaby que usted no conoce pero que hoy siento en compañía de nosotros.
Volteó hacia los novios para sonreírles y continuó aclarándome al oído:
— Al final de sus horas no permití a nadie más estar con mi Gaby. Su cuerpecito perdía calor muy lentamente. Temblaba toda. Su corazón, como de pajarito, se disminuía. ¡Maldije el tiempo por no ser eterno! Cuando ya casi eran imperceptibles sus latidos, le tomé la cabecita fresca y ligera: manojos de cabellos se me venían a cada caricia. Ya no me importaba eso. “Allá nos vemos, mi niña. Dulces sueños te esperan”, le dije quedito. Gaby alcanzó a abrir los ojos por última vez y los mantuvo con tal vivacidad que contrastaban con la fragilidad de su existencia.
Me soltó las manos y las palmeó con apremio. Con la mirada complaciente me cerró con disimulo un ojo. Percibí en ella una muy íntima nostalgia atraída por los recuerdos y, más que nada, el anhelo por ver coronado el reencuentro con un alma. Luego, con sorpresa descubrió algo mientras se paraba:
— ¡Increíble!, ya brotó la rosa. Pobrecita, está urgida de rocío. La voy a sacar al sereno. Ha de ser una de las flores de mi Unicornio Azul. Voy a ver si con su flor el Unicornio me quiere hablar, o me pasa lo que a Silvio Rodríguez—, observó con ingenio, mientras por el tallo la depositaba en la oreja.
Al segundo, Corazón grande caminó para compartir afectos con los novios. Gozó de sus cálidos abrazos y, después de platicar con muchos más, se alejó un poco adonde quedó sola por un rato. De ahí, se compuso el pelo y su vestido con la misma facilidad con que seguramente lo hacía en sus años mozos. Nerviosamente, sus expresiones mostraban más alegría y sus piernas aparentaban levitar. No cabe duda de que la gracia de las mocedades no tiene más acotaciones en el tiempo que los ánimos motivados por las ilusiones: imaginé que ella se sentía retroceder con renovada esperanza al instante en que el mundo se le había derrumbado para, en el renuevo del espíritu, volver a afrontar la situación vivida, en un plano diferente, hacia el encuentro con el ser de su hija.
Cuando Corazón grande comenzó a alejarse, el sonido mantenía la estridencia suficiente para no dejarme escuchar si murmuraba nada. Por el contoneo, juraría que llevaba su propia melodía. No parecía haberle importado la burla de nadie. Sutilmente extendió el brazo e hizo una reverencia. Dio un par de giros en un ritmo distinto al de la música del festejo. En seguida, vi que sacó el viejo pañuelo y, dándoselo a nadie, se hizo luz en la palma de la mano abierta.
Mientras avanzaba, toda ella, de abajo a arriba, simplemente se fue desvaneciendo en el aire que corría por el pasillo.

RASGOS GEOGRAFICOS DE NUESTRA ENTIDAD FEDERATIVA.



Por Alfredo Villa Báez.

Existen diferentes formas de llevar a cabo una empresa informativa. Una de las más serias es desde el punto de vista científico; la menos eficaz sería una efímera nota periodística, muchas veces interrumpida a cada paso por la exposición con referencias bibliográficas, notas al pie de página, citas dentro del texto, apéndices o cuidadosos reconocimientos a centenares de colegas cuya labor se aprovecha y se refunde, dando a entender lo mucho que se ha leído sobre el tema. Otra manera, la que arriesgadamente he adoptado, es erigirme en un simple redactor de lo investigado. Así mi basamento es el conocimiento directo de los textos cuyas mezclas literarias se resumen en estudios desparramados; pero en construcción sistémica para lograr la síntesis que da pie a la expulsión del conocimiento geográfico parcial del presente apunte.
El Estado de Veracruz, marcado por tres grandes sistemas fisiográficos con una policromía de biodiversidad, rica en recursos naturales, está delimitado por el Golfo de México y otras siete Entidades Federativas, ocupa una superficie de 72,815 km2 que representa el 3.69% del territorio nacional.
En el escalonamiento de tierras templadas a cálidas que van del altiplano al litoral –en cuyo costado de más de 700 Km. Descansa el Golfo de México- corren numerosos ríos que generan 14 cuencas hidrológicas poseedoras del 30% de los recursos hidráulicos de México.
Con más de 220 mil hectáreas de bosque templado y un millón 200 mil de selvas, Veracruz dispone de una importante riqueza biótica.
En su extenso litoral está el 21% de los puertos habilitados en el Golfo de México y el Caribe; 4 de ellos, registran tráfico de altura y cabotaje, destacándose en el ámbito nacional el puerto de Veracruz.
El estado de Veracruz ocupa el tercer lugar nacional en población económicamente activa y es uno de los 5 estados que más contribuyen al producto interno bruto (PIB) del país; posee la única nucleoeléctrica, y ocupa el 1er. Lugar nacional en generación de energía eléctrica.
Nuestro estado cuenta con el mayor inventario ganadero del país y con más de mil agroindustrias. Produce el 12% del total de la pesca nacional y contribuye con el 4% del total de la producción nacional forestal.
Es el tercer estado petrolero del país y el primero en industria petroquímica básica. Dentro de su territorio existen 15 mil establecimientos industriales que representan el 17.5% del total de los activos fijos de la industria manufacturera nacional, es por ello la quinta economía industrial de México (80% de los activos industriales del sureste nacional).

Veracruz representa el cuarto lugar en infraestructura comercial del país, y es el estado con mayor número de centrales de abasto.
Todo ello contribuye a que los veracruzanos estemos orgullosos al reconocer que, además de sus bellezas naturales, nuestro estado es un polo real de desarrollo económico para el país.

DISPERSION POBLACIONAL..
Veracruz representa el 7.5% de la población y ocupa el tercer lugar nacional en número de habitantes –después del Estado de México y del Distrito Federal- con 21,514 localidades de las cuales más del 90% tienen menos de 500 habitantes que significan el 21% de la población; en contraste, 35% se concentra en siete zonas conurbadas que son: Veracruz, Xalapa, Coatzacoalcos, Poza Rica, Minatitlán, Orizaba y Córdoba.
La gran cantidad de localidades pequeñas, dispersas y de difícil acceso conforman un complejo mosaico cuya atención educativa demanda nuevos modelos, estrategias y procedimientos.
En las últimas décadas se ha registrado una disminución del crecimiento demográfico que se explica, fundamentalmente, por un mayor control de la natalidad, la emigración de población –principalmente masculina- y por otros factores que sin duda han sido significativos: elevación del nivel educativo y de urbanización, difusión de la planificación familiar y la incorporación creciente de la mujer a los mercados de trabajo. A su vez, la desaceleración del crecimiento poblacional ha repercutido en la composición de la pirámide de edades, la cual acusa ya un estrechamiento de la base de menores de seis años y su ensanchamiento de los estratos comprendidos entre 15 y 64 años. Con el paso del tiempo se acentuará la tendencia: disminuirá gradualmente la población en edad de cursar la educación básica, mientras que aumentará el número de personas con 15 años o más de edad, fenómeno que deberá considerarse para la toma de decisiones en torno a la construcción de espacios educativos.
La población económicamente activa es de 3 millones de personas aproximadamente, de las cuales el 32% son mujeres. Es importante hacer notar que la distribución de la población ocupada por sectores de actividad muestra que en las localidades de por lo menos 15 mil habitantes, 75% de las personas trabajan en actividades propias del comercio, transporte, oficinas de gobierno o prestando servicios; 20% trabaja en la industria manufacturera, en la construcción o en actividades del sector. En tales poblaciones la actividad agrícola es mínima, mientras que en las localidades de menos de 15 mil habitantes, el 62% se dedica al campo.
Del total de la población ocupada en Veracruz, 38.9% se autodefine como empleado u obrero, 27.8% es trabajador por su cuenta, 14.8% son jornaleros o peones y 13.3% son trabajadores familiares sin pago.


EFECTOS SOCIO-CULTURALES
La diversidad geográfica, la dispersión poblacional, el crecimiento de los centros urbanos, las transformaciones estructurales en torno al trabajo y al empleo conforman la personalidad multifacética de los veracruzanos.
La pluralidad que distingue a la geografía y demografía veracruzanas, constituye una gran fortaleza estatal capaz de revitalizar la unidad y de reforzar lazos de identidad y pertenencia, pero a la vez, plantea serios problemas que se acentúan por las marcadas diferencias socioeconómicas dentro de su población.
La diversidad geográfica influye en el medio en que las personas y los pueblos se desarrollan; desde allí se construyen visiones del mundo que se concretan culturalmente en variadas maneras de vivir y de relacionarse con el medio, de generar lenguajes propios y hablas específicas. La sola heterogeneidad geográfica exige estructuras educativas y culturales diferenciadas y, de alguna manera, propuestas gestionadas localmente, sin que esto vaya en detrimento de la identidad estatal y nacional.
La dispersión de la población, acentuada en nuestro estado, dificulta la comunicación y el establecimiento de servicios educativos semejantes a los de núcleos poblacionales más habitados. Las distancias, la falta de vías de comunicación permanentemente transitables, el aislamiento y la marginación en que muchas de estas pequeñas poblaciones se han mantenido, obstaculiza la oferta oportuna y pertinente de los servicios y mantiene involuntariamente ajenos del acontecer nacional y mundial a muchos de estos veracruzanos. No obstante, un esfuerzo creativo e innovador, permitirá, responder con justicia y equidad a las demandas educativas de estas poblaciones.
Más grave aún –como problema educativo por resolver- es el de los abismos que se han generado entre quienes todo tienen y quieres carecen prácticamente de todo y, para quienes el porvenir resulta poco promisorio. Este problema se considera uno de los más graves y seculares de nuestro estado. La pobreza obstaculiza el crecimiento y desarrollo social, pero es sobre todo una manifestación de injusticia social intolerable, porque la carencia de satisfactores mínimos ofende gravemente la dignidad humana.

Fuentes: Secretaría de Desarrollo Económico (SEDECO) Estado de Veracruz.
Secretaría de Educación Pública (SEP) Estado de Veracruz.
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI).- Anuario Estadístico del Estado de Veracruz

alfredovb_3801@hotmail.com


Una relación de autoridad



Por Samuel Nepomuceno Limón

Poner en la perspectiva de las palabras lo que se observa de un objeto o un fenómeno permite un acercamiento comprehensivo a uno u otro. Una situación sobre la que se han escrito numerosas páginas es la manera en que un adulto consigue que un niño se apropie de una información o de una manera de hacer las cosas. La repetición múltiple de esta actividad al interior del grupo social hace que el acontecimiento adquiera un carácter colectivo, intergeneracional y constante. Al mirar hacia el pasado, así pareciera haber ocurrido desde los tiempos de los cuales no existe memoria, pues ello antecede al empleo de la palabra escrita e incluso la representación iconográfica que marca el inicio de la Historia. ¿Cómo serían las cosas en la más remota antigüedad? En la época de los cazadores de las profundidades de la prehistoria es probable que un hombre primitivo adiestrara a un niño en la manera en que se conseguía una presa para la alimentación. También es probable que una madre mostrara a una niña la forma de participar en las labores que una incipiente división del trabajo destinaba a las mujeres. Tiempo después, muchos siglos en realidad, los padres agricultores harían lo propio con su prole, a fin de ganar la colaboración de la gente joven y de asegurar así la obtención y preparación del sustento cotidiano.
Cuando las actividades sociales estaban ya más diversificadas y había hombres dedicados a las armas, la manufactura de satisfactores, la agricultura, la ganadería, el culto a los dioses, etcétera, las personas adultas destinaban parte de su tiempo para que niñas y niños aprendieran las tareas productivas y hogareñas que ocupaban a los adultos de aldeas y villorrios.
Al correr del tiempo, crecía la diversidad de lo que había que aprender, engrandeciendo las manifestaciones de la cultura que les era propia. Nacía la necesidad de contar con adultos que se ocuparan de la enseñanza de varios niños a la vez mientras los padres continuaban su diario trajinar. Al mismo tiempo, la creciente diversidad de lo que era necesario aprender obligaba a realizar una selección para que se aprendiera aquello que les era más indispensable.
En este viaje imaginario por el tiempo se mantiene constante la presencia de dos figuras: quien adiestra o enseña y quien aprende, en una relación vertical dentro de un esquema de autoridad. Frente a frente, alguien de más edad, mayor experiencia, más conocimientos, con mando, que organiza mejor las cosas; y el joven o niño, el aprendiz, el que se halla momentáneamente en desventaja.
Es muy factible que hubiera otra circunstancia que se mantendría presente a través del adiestramiento y la enseñanza: los componentes nodales del modo en que daba la relación. Por una parte, la imitación realizada por el aprendiz de lo que el adulto trataba de enseñarle; por el otro lado, la información relativa, la que acompañaba al acto de mostrar cómo se hacían las labores. Por un lado, el cómo hacer; por el otro, el porqué hacerlo de ese modo y no de otro o porqué es importante realizarlo. Podemos imaginar que tanto la experiencia directa como la información que la enriquece o sustenta estaban presentes de alguna manera. En ocasiones, juntas; a veces sólo una de ellas.
Podríase pensar, en la actualidad, que tanto la relación vertical de autoridad como la presencia horizontal de la experiencia y la información continúan apareciendo en el fenómeno en que uno enseña y el otro aprende. ¿Cómo describir esta doble relación de protagonistas y modalidades? Ciertamente habría decenas de modos de hacerlo. Algunos interesados en el asunto le han llamado transmisión de conocimientos. Otros, conducción del aprendizaje. Algunos más, educación en competencias, educación para la vida, y diversas denominaciones más.
Las finalidades de la relación enseñante–aprendiz han sufrido modificaciones a lo largo del tiempo. Allá en la prehistoria seguramente se consideró la supervivencia como finalidad; en los días que corren, los objetivos que se perseguirían, juntos o separados, podrían ser: disponer de un trabajo, ganarse la vida, hacer fortuna, vivir cómodamente, estar preparado para emergencias…
La relación básica entre los dos protagonistas de la situación también ha crecido en complejidad, pues en torno de ella surgen algunas interrogantes: para qué se enseña, por qué se enseña, qué se enseña, qué valor tiene lo que se enseña, de qué modo ha de enseñarse, cómo es el que aprende, cómo es el que enseña, qué valor tiene lo que se enseña, sobre qué supuestos se realiza la enseñanza en cuanto a las condiciones sociales y económicas y el entorno.
Al haber progresos importantes de tipo tecnológico, parece inevitable la aplicación de los avances de este tipo en la práctica de la enseñanza. Con todo, es de reconocerse que las figuras centrales, básicas, la del enseñante y la del aprendiz, tienen una presencia constante. Alguien debe diseñar los programas educativos de que se ocupan las máquinas empleadas para la enseñanza; alguien que seleccione los contenidos, los organice, los gradúe, los disponga para su mejor adquisición, que proponga el mecanismo de evaluación, entre otras tareas. Desde tal perspectiva hay que reconocer que, al menos según lo que se observa, el ingreso de la tecnología electrónica en el aula cumple un papel de auxiliar en la acción que realiza la parte enseñante. Al parecer, todavía carece de la calidad que le permita ser protagonista. De ello se deriva que la capacitación para los usuarios de la tecnología resulta a todas luces indispensable. Por una parte, capacitación en la tarea fundamental de lo que es la enseñanza o la conducción del aprendizaje. Por la otra, capacitación en el mejor empleo de los aparatos para apoyar eficazmente dicha enseñanza. Es decir, la relación vertical, de autoridad, sigue vigente. Además, los elementos que alimentan la enseñanza, la experiencia que gane el aprendiz y la información relativa a ese aprender empírico, continúan en primera línea de importancia. Ello, más lo que espontáneamente aprenda el aprendiz merced a la convivencia e interacción.
La pedagogía —ese valioso campo de reflexión surgido en el entramado de las relaciones enseñante–aprendiz, los temas de enseñanza, las finalidades de ésta, la formación personal y social del que aprende y las características del enseñante— ha pretendido que la verticalidad por autoridad se transforme en una relación horizontal, en un plano de respeto a la individualidad, al estado de maduración, contextuada en los derechos humanos, a la luz de los valores consagrados por la Humanidad, y con una intervención que persiga el máximo desarrollo del mayor número posible de las capacidades que poseen los sujetos del aprendizaje. Que devenga en una educación integral, pues.
Además, las expectativas del grupo social sobre la escuela desde hace tiempo han rebasado la capacidad de respuesta de la institución escolar. Parafraseando a Neruda diríamos que es tan corto el tiempo para aprender y es tan larga la lista de lo disponible para aprender. ¿Quién sería capaz de aprenderlo todo sin olvidar nada? ¿Quién sería capaz de conducir tal aprendizaje total? ¿Hacia qué horizontes habría que preparar al ser humano? De ahí la importancia de la educación básica. Deseablemente convergen en ella diversas direcciones. O mejor dicho, de ella parten distintas direcciones. ¿Habrá algo en común para las múltiples profesiones y necesidades que plantea la vida moderna? Sería tarea de la educación básica salir a buscarlo, y preparar en tal escenario a las jóvenes generaciones: coordinación sensoriomotriz, destrezas intelectuales, destrezas prácticas, habilidades para la comunicación con empleo de los principales lenguajes, con inclusión del numérico; habilidad creciente para la argumentación, posesión de instrumentos lógicos y metodológicos para la aprehensión y comprensión de la realidad; valores, actitudes… Además, la información crece y se torna compleja constantemente. Resulta entonces conveniente aprender a buscar la que es necesaria, seleccionarla, procesarla, emplearla…
En fin… Hay varias maneras de describir el fenómeno educativo. Ésta sería, dentro de muchísimas, una de ellas. Pretender describirlo ayuda a su comprensión.

POLÍTICA INTELECTUAL


Por Yuriria Cuervo González
Tras haber terminado la carrera de filosofía, me doy cuenta que el papel del intelectual en filosofía es promover la comunicación del pensar y sentir humano. Esta idea concreta es resultado de una experiencia más que de la teoría. Permítanme relatarles lo ocurrido.
Estábamos conviviendo algunos compañeros filósofos, un cholo y yo. Espero que el término cholo no les parezca despectivo, verán por qué. Comenzamos platicando justamente de por qué estudiamos filosofía y no otra cosa, algunos contestaron que por accidente, otros que por intuición de que esta carrera les daría cierta claridad, otro más porque “quería hacer algo, algo que cambiara la manera en que se dirige el mundo”.
El cholo amablemente nos dijo que admiraba y respetaba al universitario porque nosotros teníamos la capacidad de usar las palabras, “tienen la voz”, dijo. Pueden decir lo que gente como yo, que no acabé ni la primaria, piensa o vive pero no sabe poner en palabras. “Yo los admiro”, repitió, “admiro a mi cuate. . . fulano [uno de los chicos ahí presentes]. . . quien como yo se la tuvo que rifar algunas veces, valoro que siguió estudiando, que le echó ganas”.
La plática continuó, divagamos sobre muchas cosas y terminamos hablando de “economía política”, en la charla se escuchaban frases como “no todos pueden tener un buen empleo”, “no todos pueden ser universitarios”, “el pastel no alcanza para todos”, “la propiedad privada es condición necesaria para el orden social”, “no se puede ser ingenuo y pensar que todos podemos estar bien”, etc. Ante tan ilustres aseveraciones, el cholo protestó y dijo: eso es lo que el poder quiere que pensemos y comenzó a parafrasear la canción de molotov “dame el poder”, “el pastel que no alcanza para todos, es el pastel que produce la gente que vive en la pobreza, pero nadie hace nada porque a nadie le interesa”, y una frase más original “porque mientras papi te de tu domingo si te portas bien no vas a poder pensar nada distinto; mientras te levantes de tu cama a desayunar y te vayas a la escuela no vas a pensar que tu manera de vivir tiene consecuencias”.
Al parecer estas últimas frases tocaron las fibras sensibles de los compañeros filósofos y dijeron en su defensa: es que está muy complicado cambiar las cosas, ya hay un sistema económico que nos gobierna, no se puede andar por ahí nada más protestando, graffiteando y tirándole tierra al gobierno, eso no soluciona nada, tu postura es sólo discurso y por cierto muy influenciado, eso no lo has pensado tú, es una utopía dañina que esparcen los porros y otros grupos de poder.
El cholo contestó: ¡yo no sé que es discurso!, pero creo que todo puede ser diferente, sólo se necesitan dos cosas, ¿sabes cuales?, humildad y fraternidad. En el gueto todos nos ayudamos, si tu vives en mi cuadra eres mi carnal, si te hace falta un toque, chido acércate, así de cuates. Que si se armaron los trancazos…cáele, y nos aferramos a lo que venga.
El universitario dijo con tono despectivo “si wey, tu fraternidad es compartir la mona”; además aquí no hay gueto.
Cholo: ¡que no hay! Jajaja no me vengas a decir lo que hay… si tú pasas por mi calle…te quedas en calzones y sin zapatos…luego me dices si no hay gueto .
Universitario: no me refiero a eso, sino para que veas, tú nada más adoptas cosas de otros, no eres auténtico, gueto es de Europa, es como decir que hay favelas, las favelas son de Brasil.
Cholo: no puedo creer que tú, que fuiste un rato como nosotros, digas que no hay gueto, si nos la rifamos todos los días con la placa, comemos lo que podemos y para traer tenis se los tenemos que bajar a algún cabrón…¿o a poco crees que estos me los fui a comprar?...
Al parecer el cholo no había entendido el matiz con el que el universitario defendía la aplicación correcta de los términos. Discutimos entre universitarios si había o no que dejar que el cholo usara el término gueto para lo que él vive y “le concedimos el uso”, pues se vería muy terco como para explicarle la dignidad que tienen las palabras y que como universitarios filósofos nos enseñan a respetar.
A esa altura de la plática, la separación de los gremios se hizo evidente: él era el cholo, ellos los universitarios y yo la mediadora humanista. De manera que le dije al cholo: no es que no te creamos que vives una situación difícil y que en tu barrio las cosas son más pesadas que en otros, sino que, simplemente, la palabra gueto la dijeron primero en Europa y es un nombre propio, tú podrías llamar a lo tuyo “barrio bravo, banda” o algo así.
El cholo, inconforme, me dijo: lo que pasa es que mi presencia los ciega. Estas palabras resonaron en mi cabeza unos minutos, pensé que el cholo era muy inteligente y que en verdad era consciente de su circunstancia, que aunque sí se notaba un resentimiento de clase, también estaba ahí intentando comunicarse con nosotros.
Un compañero universitario contestó “no es eso, sólo que si vas a hablar, habla bien”, otro inmediatamente regañó al universitario y dijo “no seas mamón, bájale, también tiene derecho a dar su punto de vista”.
Y así continuó la charla, discutiendo entre universitarios para integrar al cholo en la plática, todo a partir de la polémica del término “gueto”, ignorando el referente.
Por un momento se relajó la discusión, el cholo me enseñó el saludo del caracol, ofreció acompañarme a buscar un mercado de segundas donde había cosas chidas, etc. Yo noté que se me acercaba de más, así que, sin querer ser grosera, pues debía mostrarle que no me daba miedo por ser cholo, me compacté lo más que pude y puse mi brazo como barrera a cualquier otro tipo de contacto.
Platicamos otros asuntos filosóficos y yo ya no prestaba tanta atención al cholo, como al inicio, pues me había incomodado que se me acercara tanto, no en tanto cholo sino en tanto mano larga.
Luego de unos minutos, el cholo se levantó y dijo “ya me voy, luego nos vemos” y salió del lugar.
Ya sin el cholo, los universitarios despotricaron contra él, dijeron que era un pinche cholo, con ideas de fraternidad utópicas, drogadicto, delincuente, que no sabe lo que dice, etc., aún cuando el cholo nos había contado que los sábados es voluntario en un albergue para niños abandonados en la frontera, donde por lo menos se les sirve un plato de sopa con un bolillo.
Yo me molesté con ellos, les dije que nosotros no sabíamos realmente su circunstancia y que sin duda, no era su deseo ser cholo y vivir como vive. Los demás compañeros dijeron el trivial comentario “pues si pero no”. Poco tiempo después se fueron todos, y luego de despedirme de ellos, noté que mi cámara de fotos ya no estaba, yo la tenía al lado mío, justo del lado del cholo, y ya no estaba. Pensé inmediatamente, debí preocuparme del cholo en tanto cholo y no en tanto mano larga, pues cuando se me acercó de más fue cuando me la quitó. Entonces pensé y concluí algunas cosas:
1) Yo nunca fui la mediadora buena onda, sino la más violenta de todos los presentes, era yo la que quería eliminar las diferencias y el ser del cholo, yo quería que el cholo no fuera cholo y arbitrariamente lo considere un humano más. A mí me cegaba la presencia del cholo, veía como queriendo no ver.
2) La neutralidad con la que pensaba que se pueden tratar a las personas, “en tanto seres humanos” es ficticia, somos siempre universitarios, cholos, jóvenes, mujeres, hombres, ricos, pobres, tolerantes, intolerantes, etc.
3) Todo diálogo es entre iguales, porque todo discurso es político y no se puede dar voz a quien no participa del poder. Para que el cholo y los universitarios dialogaran, era necesario que ambos detentaran el mismo tipo de poder. Esto no fue así, el cholo detentaba el poder de cholo, de la fuerza física y las habilidades de su gremio, los universitarios detentaban el del “conocimiento”.
En fin, esta ponencia comenzó diciendo que el papel de la filosofía es el de promover la comunicación del pensar y sentir humano. Y esto, lo creo así porque la filosofía tiene la responsabilidad de cuidar el ser, de develarlo, la generalidad con la que la filosofía se conduce es parte de su pretensión de comunicar al mayor público posible, pero a veces se ha mal interpretado y vuelto un discurso sólo para filósofos.
Las palabras del cholo “mi presencia los ciega” es un reclamo político y moral. Sea cholo, mara, homosexual, mujer, migrante, indígena, etc., como universitarios debemos ser capaces de ver el acontecimiento que todas estas minorías representan. “Todos somos minoría” no debe ser una frase trillada más, y menospreciada, sino una idea constante en nuestro quehacer profesional. El filósofo ya no puede seguir hablando del ser humano más que en frases como: Para todo x, hay un x tal, que si x es humano entonces x es mortal. Ningún enunciado universal puede ser inofensivo.
Reconocer nuestra circunstancia política nos permite reconocer la circunstancia del otro. Somos universitarios y esa no es una condición neutra. En México, al menos, para que pueda haber un universitario es necesario que existan millones de pobres, y como resultado de ello vengan las “enfermedades sociales”.
El universitario, carente de conciencia de su situación privilegiada, es un instrumento del poder. Comprendido de esa manera, el universitario ciego es quien desayuna y se va a la escuela a sacar 10 o a pasar la materia, en el peor de los casos, y el que no puede pensar que la realidad puede ser diferente. Por otro lado, el universitario consciente de su circunstancia es la voz de la resistencia. Como dice Michel Foucault:
El papel de intelectual ya no consiste en colocarse <> para decir la verdad muda de todos; más bien consiste en luchar contra las formas del poder allí donde es a la vez su objeto e instrumento: en el orden del <>, de la <>, de la <>, del <>. Por ello, la teoría no expresará, no traducirá, no aplicará una práctica, es una práctica .
El intelectual es el encargado del análisis de las prácticas de poder, que al mismo tiempo despliega la práctica política del saber.
Desde su concreción, el intelectual debe:
Interrogar de nuevo las evidencias y los postulados, cuestionar los hábitos, las maneras de hacer y de pensar, disipar las familiaridades admitidas, retomar la medida de las reglas y las instituciones a partir de la re-problematización y ello a través de los análisis que lleva a cabo en los terrenos que le son propios, y, en fin, participando en la formación de una voluntad política (desempeñando su papel de ciudadano) .
El problema político esencial para el intelectual […] es saber si es posible constituir una nueva política de la verdad […] No se trata de liberar la verdad de todo sistema de poder –sería una quimera, ya que la verdad es ella misma poder-, sino desligar el poder de la verdad de las formas de hegemonía (sociales, económicas, culturales) en el interior de las cuales funciona por el momento .
Ese intelectual que plantea Foucault, es a quien el cholo puede respetar y admirar por tener el uso correcto del lenguaje, donde correcto significa que da a conocer la circunstancia de todos aquellos que por preparación o censura, no pueden. El intelectual no es aquel que defiende las palabras vacías sino aquel que cuida la posibilidad de que las palabras digan algo.
Como universitarios no sugiero que carguemos la culpa originaria, sino que promovamos la posibilidad del diálogo, y como ya mencioné, todo diálogo es sólo entre iguales. La meta es que todos podamos hacer uso de la palabra, no que todos seamos universitarios. Que la voz de todos sea audible, que la presencia de alguien no ciegue a otro alguien.
El cholo sugirió humildad y fraternidad, nosotros como filósofos ¿podemos acaso proponer algo?
Michel Foucault advierte que:
Desde el momento en que se <>, se propone un vocabulario, una ideología, que no pueden tener sino efectos de dominación. Lo que hay que presentar son instrumentos y útiles que se crea que nos pueden servir.
La tarea de la filosofía actual (…) es la de sacar a la luz este pensamiento anterior al pensamiento, ese sistema anterior a todo sistema…, ese trasfondo sobre el cual nuestro pensamiento “libre” emerge y centellea durante un instante .
De esta manera, haciendo teoría, filosofando, también estamos haciendo cosas: resistiendo. No podemos justificar nuestro quehacer imponiendo nuestra verdad filosófica, excluyendo a quienes no nos entienden. Sino que, nuevamente, siguiendo a Foucault:
La tarea de decir la verdad es un trabajo sin fin: respetarla en su complejidad es una obligación de la que no puede zafarse ningún poder, salvo imponiendo el silencio de la servidumbre .
De acuerdo a la narración, señalar al cholo como cholo , reconocer su existencia y la nuestra en simultaneidad, es un primer paso. Cuando el cholo me robó la cámara no me enojé con él, lo comprendí en algún sentido, ese acontecimiento me sirvió para reconocer la violencia indirecta que ejerzo cuando ignoro la existencia de las personas que estructuralmente no convienen al sistema. Este hecho me sirvió para tomar posición como universitaria y proponerme la labor de algún día comenzar el diálogo.

Nicolás Berdiaeff y su aportación a un debate histórico entre marxistas y cristianos



Marcelo Ramírez Ramírez
Rasgos distintivos del Marxismo
El marxismo es un fenómeno intelectual y político y sin duda más lo segundo que lo primero. Por ello despierta pasiones e invita a tomar una posición definida ante el futuro. Los estudiosos de la historia de las ideas pronto advirtieron ciertos rasgos distintivos del marxismo, con toda razón bautizado por su autor como una filosofía de la praxis. Quien profesa el materialismo histórico se hace militante de una causa de cuya verdad está plenamente convencido; el marxismo entraña una visión del mundo con una imagen del futuro que debe ser realizado y se opone activamente a todos aquellos que profesan otras maneras de pensar. Poseedor de la verdad descubierta tras la maraña de las ideologías dominantes hasta su aparición, su tarea consiste en denunciar esas ideologías y lo que representan para hacer prevalecer la única concepción científica de la historia. El éxito de esta empresa se traduce en un logro político, en la medida en que la verdad del socialismo permite combatir los males sociales y establecer el reino de la justicia. Marx fue plenamente consciente de la índole peculiar de su filosofía, de ahí su afirmación de que antes de él los filósofos habían tratado de comprender el mundo, cuando de lo que se trata es de cambiarlo.

Transformar la realidad social plagada de contradicciones para hacer posible un orden de armonía de las clases sociales, remite de inmediato a la utopía platónica de La República y, más que nada, al imperativo de fraternidad de los Evangelios. Pero entre la utopía del filósofo y la utopía del hombre de pathos religioso hay semejanzas y diferencias dignas de tomarse en consideración. Ambos aspiran a llevar a la existencia humana a su expresión más alta; a la vista de las dificultades y carencias de la sociedad real en que viven “contemplan” un orden superior donde la auténtica felicidad es posible. Esta visión en el filosofo es racional y va acompañada de la conciencia de ser él quien la construye; en el caso del hombre religioso, en cambio, éste es pasivo respecto a la promesa; si la acepta no la cuestiona, simplemente cree en ella y está seguro de que la promesa habrá de cumplirse. En las utopías tal como aparecieron a lo largo de la historia, empero, lo racional y lo religioso no se pueden discernir tan fácilmente. En cada una de ellas hay una coloración religiosa más o menos intensa según la sensibilidad de sus creadores. Así por ejemplo, en Platón la imagen de la sociedad perfecta corresponde a una concepción espiritualista del hombre, por lo cual esa sociedad tendrá necesariamente las características que lo ayuden a enfrentar las miserias de la vida material.

En la utopía marxista el elemento religioso es innegable, aunque paradójicamente no se explique por el principio espiritual, sino porque reivindica para el hombre como ser corporal, sensible, el derecho a actualizar sus potencialidades, a realizarse como ser finito, viviendo con intensidad la única vida que conoce y posee. Marx ha secularizado la idea cristiana del “fin de los tiempos” con el cual llegará el Juicio final para los hombres. En efecto, para él también la Revolución proletaria significa un juicio final, con el consiguiente inicio de un tiempo nuevo en que las cosas serán diferentes.

¿Cómo se explican las raíces del discurso marxista, del lenguaje racional y objetivo, pero que en la historia de las ideas surge no como una doctrina más de carácter teórico para explicar el mundo, sino como un programa para militantes? El marxismo ofrece una solución comprensiva a los problemas del hombre moderno, por eso representó un desafío al pensamiento liberal, así como a las doctrinas religiosas, principalmente el cristianismo. Producto de la misma matriz de la que nacieron el liberalismo y la democracia pluralista, se enfrentó a ambos con ímpetu extraordinario, presentando un proyecto alternativo de civilización más humano conforme a sus propios criterios. Los nuevos valores corresponderán al hombre como ser inteligente, creativo, producto de la naturaleza pero, al mismo tiempo agente transformador de la naturaleza y la historia. En el hombre la materia se eleva por encima de sus necesidades inmediatas para forjar un mundo superior de valores en el cual realiza su esencia humana. La propuesta recogía viejos anhelos de pensadores materialistas en un programa que invitaba a la organización de las masas para ganar el futuro. Así fue como quedó preparado el campo para la confrontación ideológica del siglo XX, incentivada con el triunfo de la Revolución Bolchevique de 1917. Ahora había un Estado poderoso con ambiciones hegemónicas impulsando la lucha contra la ideología burguesa y su principal soporte: el cristianismo. Esa confrontación, si bien a menudo se quedó en el plano de la mera propaganda basada en lugares comunes o incluso en mentiras grotescas, cuyo objetivo inmediato era desacreditar al adversario, en algunos momentos alcanzó alturas propias del debate filosófico, que le dieron un carácter ciertamente admirable. Bajo Stalin, artistas, escritores, científicos e intelectuales, conocieron las consecuencias prácticas de estar sometidos a un Estado totalitario que prescribía las normas válidas para hacer arte y para hacer ciencia; para hacer literatura y para hacer política; para pensar y para vivir.

A lo que algunos consideraban errores congénitos del marxismo en tanto doctrina materialista negadora de la dimensión espiritual de la existencia, se añadían ahora las deformaciones derivadas de la adaptación de la teoría a los intereses y conveniencias del estalinismo. Quienes consiguieron salir de la URSS continuaron su lucha en los países en donde hallaron refugio. Fue, entre otros muchos, el caso de Nicolás Berdiaeff; el pensador ruso nace en Kiev en 1874 y muere en París en 1948. Aunque se opuso al totalitarismo en nombre de los valores del espíritu, no cerró los ojos al fenómeno de la mala conciencia de aquellos cristianos que con su actitud egoísta, prepararon el camino a la aparición de ideologías reductoras.

Diferente casi en todo a Kierkegaard, Berdiaeff compartía con el pensador danés el rechazo hacia la mistificación de la idea cristiana, el rechazo a la complicidad con los poderosos de la tierra. Para él tampoco es fácil ser cristiano, porque el cristianismo es un compromiso absoluto con la verdad que impone seguir el ejemplo de Cristo, el cual ordena amar al prójimo y servirlo. En otro punto coincidía con el filósofo de la dialéctica existencial y era en el referente al alcance del conocimiento objetivo. No podemos comprender la vida de alguien a partir de los sucesos externos, por las fechas, ni por cualquier suceso observable. Sería preciso penetrar en la corriente viva de los estados subjetivos para aproximarnos a la comprensión de lo que ha sido la vida de una persona. En su Autobiografía espiritual Berdiaeff se propuso relatar su verdadera vida, la interior, la que nadie observa y cuya autenticidad depende de la valentía del que se atreve a narrarla. En su caso, el relato alcanza una intensidad que llega a conmover al lector provocando en él vivencias que recuerdan a las obras maestras del género autobiográfico. Por cuanto se refiere al propósito del presente escrito, recordamos en particular dos obras que tuvieron amplia difusión en los países de habla hispana: El Cristianismo y el problema del comunismo y El Cristianismo y la Lucha de Clases, en las cuales Nicolás Berdiaeff fundamenta filosóficamente su rechazo al marxismo en general y al socialismo tal como Stalin lo desarrolla en el modelo soviético. Al volver a leer en nuestros días estas obras, uno se percata de la vigencia de algunas tesis, las verdaderamente importantes, pues aunque fueron enunciadas en una situación de coyuntura y dirigidas a adversarios muy definidos, su alcance rebasa esa coyuntura, planteándonos con igual fuerza, a los hombres de hoy, la necesidad de crear la civilización que mejor responda a la dignidad humana.

El significado de Berdiaeff como miembro de una generación de exiliados rusos

El significado de Berdiaeff para su época y para la nuestra no radica tanto en la originalidad de su pensamiento, ni en los enfoques novedosos de tesis metafísicas o teológicas consagradas por la tradición; su aportación al debate con el marxismo hemos de buscarla en la defensa enérgica y sincera de sus convicciones. Su congruencia socrática es un testimonio de cómo el hombre de bien ha de vivir de acuerdo con sus principios y esta es una gran enseñanza en tiempos en los cuales aprendices de la sofistica se han enseñoreado de la política y la vida pública, demostrando con el ejemplo inmoral y egoísta que no es lo importante la verdad, sino tan sólo su apariencia. El marxismo combina dos principios: el materialismo y la dialéctica hegeliana. Esta última puede entenderse perfectamente en el contexto idealista en el cual fue concebida, pero resulta violentada al aplicarse en la forma en que lo hace el marxismo.

Para poder utilizar la dialéctica, Marx postula una nueva forma de materialismo en el que la pasividad de la materia, su característica más obvia como lo recuerda Berdiaeff, es sustituida por la capacidad de transformación, de desarrollo hacia la complejidad. Esto le da el potencial infinito que explica el origen y evolución de la realidad tanto en el orden natural, cuanto en el orden de la historia y la cultura. Un único principio, la materia en permanente cambio progresivo, es suficiente para comprender a la naturaleza y al mundo del hombre. El monismo materialista se traduce en una filosofía omnicomprensiva: puede explicarlo todo con una congruencia que deslumbra a quienes no advierten de entrada el error de atribuir a la materia lo que es propiedad exclusiva del espíritu: la actividad, el impulso creativo.

El hombre viene a ser el último eslabón de la evolución de la materia; ser inteligente dotado de conciencia es el verdadero sujeto de la historia, si bien esto no lo descubre hasta el advenimiento de la filosofía marxista, donde se resume lo mejor del pensamiento desde los griegos hasta Hegel. Como a Marx le interesa cambiar el orden social del capitalismo, atribuye al proletariado la misión de oponerse a la explotación capitalista e instaurar el socialismo. Para ello debe organizarse, pues para llegar a ser, la sociedad sin clases requiere de la participación de este proletariado convertido en el agente principal del proceso histórico, del que depende la liberación final del hombre. Aquí se presenta una situación extraña para Berdiaeff y es la siguiente: las relaciones de producción capitalista son, de acuerdo a la teoría marxista un fenómeno económico, no moral. La explotación de los obreros de la que se benefician los dueños del capital, es una fase necesaria e incluso el propio Marx celebra la índole progresista de la burguesía en su lucha contra la nobleza. Éticamente hablando la forma de trabajo bajo el capitalismo resulta neutra. ¿Por qué entonces condenarlo? La propaganda socialista, en cambio, insiste en la condena moral de la explotación; la fuerza del mensaje socialista radica justamente en su oposición a la “explotación del hombre por el hombre”; el discurso pasa de la objetividad de la ciencia al exhorto político coloreado de subjetividad. La explicación podría hallarse en la resistencia del capitalismo a dejar paso a formas más avanzadas de aprovechamiento de las fuerzas productivas.

En efecto, la ciencia y la técnica han potenciado el poder del hombre sobre la naturaleza hasta límites sorprendentes, pero el capitalismo limita ese poder y lo orienta por los estrechos cauces del interés egoísta de los dueños del capital. La conclusión es obvia: es necesario eliminar los obstáculos para la utilización racional de las fuerzas productivas, de modo que su beneficio se haga extensivo al conjunto de la colectividad. Pero aunque así sea, para Berdiaeff esta explicación no justifica el odio y la violencia de la propaganda socialista. En el fondo, la explicación se encuentra en la verdadera naturaleza del socialismo: si oposición total al espíritu y la libertad del hombre. El marxismo reclama al hombre entero para su causa, por ello combate a toda religión y al cristianismo en particular y, por eso mismo, rechaza la separación reconocida por los liberales de una esfera pública y otra privada, es decir, el principio laico de la separación de Estado e Iglesia, el cual permite la libertad de conciencia en tanto ésta no interfiera con las obligaciones y lealtades de los ciudadanos.

El Estado socialista a diferencia del Estado liberal encarna al mismo tiempo el principio político y el principio religioso que lo anima. Es totalitario en tanto organiza y controla todos los aspectos de la existencia. Como no conoce la idea de la dignidad de la persona humana, hace del colectivo la entidad más elevada, a la que han de ofrendarse todos nuestros sacrificios, la vida incluida. Berdiaeff recuerda a Nietzsche y su “amor por lo lejano y lo distante”, que también Isaiah Berlín considerará una falsa justificación para sacrificar las generaciones presentes al ideal de la Sociedad Perfecta del futuro. Considerado retrospectivamente el derrumbe del “socialismo real”, puede decirse que la crítica de Berdiaeff fue acertada, pues hubo un momento en que el Estado de los soviets resultó impotente para contener las demandas de las generaciones que habían perdido la mística inicial de la revolución y no estaban dispuestas a sacrificar el presente por un futuro quizá irrealizable. Berdiaeff, sin embargo, no se queda en el rechazo de la idea socialista y aclara que tampoco es deseable el retorno al capitalismo del siglo XIX. La verdadera civilización continúa siendo un proyecto, algo aún por construir. Esa civilización habrá de ser diferente tanto del humanismo burgués cuanto del humanismo ateo.

En El Cristianismo y la lucha de clases, hace una distinción entre la mentalidad burguesa y la mentalidad de la aristocracia, que le permite puntualizar la índole de las mismas. La burguesía, nos dice, oculta sus privilegios. En cambio la aristocracia los justifica haciendo valer su derecho a disfrutar de ellos por ser la representante de una selección superior de individuos. La burguesía niega la lucha de clases bajo la igualdad formal jurídica y política. No obstante, Berdiaeff reconoce la oposición entre las clases sociales porque, según él, “… no representa más que una de las manifestaciones del mundo cósmico y del antagonismo de las fuerzas opuestas, lo mismo que la combaten entre sí las razas y los sexos.” 1 Marx absolutiza la lucha de clases, legitimando el odio de los oprimidos hacia sus amos. La superioridad moral del cristianismo se encuentra aquí precisamente, al proponer como solución el amor y el desinterés, a sabiendas de que la justicia jamás podrá realizarse por completo. Berdiaeff está convencido de representar la actitud realista del autentico cristiano. Este acepta sumarse a la “revolución permanente”, para hacer cada vez mejor el mundo en el que vive, sin llegar jamás a la perfección. ¿Por qué el espíritu no puede triunfar definitivamente? Porque en este mundo –responde Berdiaeff- no es posible; existe el mal ontológico, misterioso pero inocultable que nos acompaña desde siempre. Hemos de aceptar este hecho y aprender a lidiar con él.

Crítica de Berdiaeff al mesianismo de Marx

Veamos ahora un poco más de cerca lo que Berdiaeff entiende por mesianismo marxista, cuya crítica es el núcleo en torno al cual pueden integrarse los diferentes aspectos tratados por el pensador ruso en sus obras polémicas. El socialismo proclama una paradoja: del odio surgirá el amor; de la violencia desatada por la clase obrera, la armonía de la nueva sociedad; de la destrucción de las normas de la convivencia, el nuevo orden jurídico y ético. Berdiaeff descubre las raíces profundas de la teoría marxista recordando el origen judío de su autor. Pese a su formación filosófica, en el fondo de su ser Marx permanece judío; en él hay, como en todos los grandes hijos de ese pueblo, un profeta con un mensaje de salvación. El socialismo representa el bien y el capitalismo el mal y, naturalmente el primero terminará por prevalecer. Sólo que antes del triunfo definitivo, las tinieblas se harán más densas a fin de que pueda surgir la luz. Leamos el resumen que hace Berdiaeff del proceso: “el mal del capitalismo debe aumentar, la situación de los obreros debe empeorar y los obreros deben exasperarse, entonces se destruirá el mal, el capitalismo <> y el bien del socialismo aparecerá.” 2 En Berdiaeff es clara la sustitución de términos en la paráfrasis; en lugar de usar la expresión “contradicciones internas del capitalismo”, se dice “el mal” o “las tinieblas”, que están cargadas de connotaciones metafísicas. Con ello, Berdiaeff pone al descubierto el carácter íntimo del marxismo, su índole mesiánica. Marx aspira a la liberación que redima al hombre de una vez y para siempre de la explotación de que ha sido víctima.

El judío Marx traía en la sangre el sentido de su misión, si bien la envuelve en el lenguaje del científico social. El pensador ruso es concluyente: “Marx permaneció israelita hasta la médula, creía en la idea mesiánica, en la venida del reino de Dios en la tierra, aunque ésta se realizara sin Dios.” 3 Si observamos bien, en las últimas palabras se encuentra la clave para comprender el alcance de la crítica de Berdiaeff. Marx reniega de Dios, pero mantiene viva la promesa del reino que Marx quiere ver realizado en “el más acá”, en este mundo donde alientan los hombres de carne y hueso. La visión trascendente se ha vuelto inmanente, aunque para nuestro autor, Marx está más cerca del judaísmo pre-cristiano a la espera del mesías que vencerá a los enemigos del pueblo elegido. Marx le ha revelado al proletariado, “la única clase exenta del pecado original de la explotación”, su misión histórica. Hasta ese momento la humanidad ha vivido de falsas ilusiones fomentadas por la religión y el espejismo de la felicidad en el “más allá”. Ese largo periodo de tiempo es el de la prehistoria, pues la historia propiamente dicha sólo comenzará con la instauración del comunismo.

Una vez más, nos encontramos con la idea del paraíso a donde el hombre llega -¿ó retorna?- después de vivir condenado a padecer miseria y opresión. Conviene preguntarse: ¿todo esto que se espera del proletariado corresponde al proletariado real? ¿Es producto de la observación empírica? En modo alguno, responde Berdiaeff, porque en la realidad hay muchos proletariados en situaciones diferentes y actitudes diferentes en los diversos países. Marx nos remite a su idea del proletariado y es a dicha idea a la que le adscribe los atributos antes señalados. Nos explica Berdiaeff: “lo que se revela a los ojos de Marx y de los marxistas es una entidad que no puede verse ni cabe en el conocimiento científico.” 4 Otra idea subyace a la concepción materialista de la historia que permite entender que no se trata de un proceso material “ciego e insensato”. No, la dialéctica de la Idea, injertada en el proceso histórico real, tiene un telos, conduce a fases cada vez más elevadas de desarrollo, siendo el capitalismo la etapa previa al socialismo. Las contradicciones internas del capitalismo al alcanzar su clímax, dejarán el escenario listo para la revolución que llevará al comunismo. La violencia revolucionaria es la madre del nuevo orden donde el hombre se reconcilia consigo mismo dando lugar a la armonía general. La promesa del marxismo es la misma promesa de la religión: el paraíso.

El nuevo credo humanista tomado de Feuerbach, se funda en la fe en el hombre, en sus potencialidades; promueve una ética de la solidaridad en lugar de la compasión y el conformismo; salva al hombre de la enajenación. Esta imagen idealizada no corresponde en lo más mínimo al caso concreto del socialismo estalinista denunciado por Nicolás Berdiaeff. Más no sólo se trata de estar más o menos alejados del modelo, lo cual tendría remedio; para nuestro pensador las distorsiones del estalinismo son distorsiones de una doctrina que ya en su planteamiento original ignora la grandeza del hombre; Stalin simplemente hace más visibles tales deficiencias y aprovechándose de ellas, condena a sus opositores a una degradación física y moral que hasta después de su muerte sería conocida por el mundo. Demasiado involucrado en la polémica con el adversario del momento, Berdiaeff no vio nada positivo en la antropología marxista, que permitiera reivindicar expresiones creadoras inéditas del hombre, una posibilidad que en cambio fue uno de los temas centrales de los fundadores de la Escuela de Frankfurt. Para él, la única aportación positiva del marxismo fue el señalamiento enérgico de la injusticia y la opresión y, en lo que al cristianismo se refiere, el denunciar la complicidad de éste con los poderosos de la tierra, algo que, sin embargo, no invalida la grandeza del verdadero cristianismo, al que debemos la concepción del hombre como “imagen de Dios”; imagen en que descansa la grandeza y dignidad de la persona humana. Al evocar el pensamiento y activismo de Nicolás Berdiaeff, debe tomarse en cuenta, sin embargo, que no defendió intereses transitorios. Su propuesta fue la de una civilización renovada por obra del amor y la justicia, únicas fuerzas capaces de elevar la condición humana por encima de sus limitaciones y atavismos.


BIBLIOGRAFÍA

1. BERDIAEFF, Nicolás. El cristianismo y la lucha de clases. De Cardona, María. (Traducción). Madrid: Espase-Calpe, S.A., 1935. p. 14.
2. BERDIAEFF, Nicolás. El cristianismo y el problema del comunismo. De Cardona, María. (Traducción). Madrid: Espase-Calpe, S.A., 1935. p. 36.

3. Ibíd. p. 40.

4. Ibíd. p. 42.