lunes, 7 de marzo de 2011

Pretexto


Me llamo Lucía Artless, soy un pretexto o un disimulo de quien en verdad estoy siendo. Lo que haré en este lugar es pretextar mi construcción o subjetivación con un variado de temas que intentaré ensayar para el gusto de alguno de ustedes.
Tú estás invitado a comentarme, o a compartirme algunos de tus pensamientos, tus ideas o esas frases cortas que a menudo rondan tu mente.
Me gustan en particular las frases cortas, los aforismos, eso que se dice en tan pocas palabras y que significa tanto. Desafortunadamente, en el proceso del diálogo existen lagunas que nos obligan a escribir/hablar más para poder "darnos a entender". Ojalá podamos comunicarnos. luciaartless@gmail.com

Cuando queremos comunicar algo, ¿qué es lo que precisamente nos interesa? Se me ocurre una respuesta sencilla: mi pensamiento. Y ¿a quién quieres transmitirlo?, a cualquier persona con capacidad de escucharlo como yo lo envié. Pero ¿qué pasa en el momento en que empezamos a comunicarnos?...como ratas en la ropa sucia surgen de la nada (o de la mugre)  muchos fenómenos adyacentes: la ambigüedad del mensaje, la intención inconsciente del emisor, la connotación que el contexto impone, la lejanía conceptual con el receptor, el mundo del otro, la pérdida del sentido y la falta de valor en lo que se dice, etc. Por esto podemos concluir precipitadamente que cuando intentamos comunicar algo, lo único que nos interesa es comprobar nuestra propia existencia. De manera intuitiva sabemos que el deseo de comunicarnos está motivado por la ilusión de afirmar ante alguien que somos algo que expresa y algo que entiende. No nos conformamos con existir y experimentar nuestro ser en el mundo, sino que necesitamos hacer a los demás partícipes de nuestra existencia.  Por eso hablamos, para que nos conozcan, para que otros sepan que somos y nos digan quiénes somos.
Esto último es un lugar común, es ya trillado para muchos que "al conocer al otro te conoces a tí mismo" o que "no somos más que el reflejo del otro", lo curioso es pensar por qué se ha vuelto trillado-aburrido. Principalmente supongo que es debido a que, en su momento, hablar del otro era algo nuevo, y hablar de la paradoja del "si mismo-otro" resultaba mentalmente estimulante. Ante la necedad del pensador que se creía idéntico a sí mismo bajo toda circunstancia, se impuso la novedad del pensador creativo que se creía distinto en cada momento. Ensayado este dualismo, el hilo de la discusión condujo al punto obvio: identidad y diferencia son términos correlativos, se necesitan mutuamente para poder tener sentido propio, aunque esto parezca absurdo. La obviedad de la conclusión paró el esfuerzo reflexivo, nos condenó al límite del "si mismo-otro" y con ello se nos dijo que no podíamos jugar más, nos aburrieron de principio.
A esto hay que sumarle otra pareja de correlativos: el individuo y la sociedad. Retomando el punto del texto,  quien quiere comunicarse, en teoría, es el individuo, y quiere hacerlo frente a la sociedad o al otro. Pero en la práctica, quien se expresa es la sociedad, es la humanidad como universal intangible quien se afirma en todo momento, quien con su diversidad puede alcanzar la identidad de sí misma: "lo humano". El arte, la ciencia, la filosofía, la tecnología, la moda, etc. son las formas en que lo humano tiene existencia, la historia es el lugar en el que se marca la presencia del humano. Así como en la ciencia el caso particular no tiene ningún peso epistémico, así tampoco lo tiene en la historia. A nadie le importa lo particular, pues lo particular de sí mismo no sale. El individuo sólo se entiende como "yo", sin posibilidad de acceso al otro.
Por este motivo, las palabras que ahora lees no pueden ser manifestaciones de un individuo, en este caso Lucía Artless, sino expresión de un humano, así,  tan indiferenciado como te parece. Necesita ser esto así porque en definitiva no creo que a alguien le pueda importar lo que Lucía Artless quiera decir. Si existiera tal individuo (fan mío), quizá existiría con el deseo latente de que alguien se interese en su  mismidad así como él lo hace en la mía. Esto es, dicho individuo sólo estaría reproduciendo su deseo y con ello trascendiendo su gusto por mi persona en el gusto por la persona individual, con la esperanza de que ese sentimiento trascendente se interiorice en cada ser particular y en el azar de las instanciaciones, quedar en el interés de alguien. Pero esto ilustra el punto, todo individuo, en su deseo de afirmarse, se trasciende en humano y queda indiferenciado, formando parte de la sociedad o humanidad. Cuando quiere acceder al otro, se tiene que olvidar de sí mismo, cuando se olvida de sí mismo no logra nada porque se ha desubjetivado, se ha borrado.

De esta manera, el individuo nunca se comunica, lo hace sólo la humanidad, y nunca quiere expresar un pensamiento sino a sí misma en toda su diferencia. Pero ¿frente a qué se expresa la humanidad? Alguien diría que frente a sí misma... así es. El truco mágico de la reflexión: la humanidad se voltea a ver a sí misma y se dice hola, sostiene un diálogo interno y silencioso consigo misma. El individuo no puede hacer ese truco, pues implicaría renunciar a hablar, a hacer ruido; el individuo es el pregonero del pueblo, el que quiere que todos lo escuchen aunque para ello tenga que diluirse en "el humano".


Siguiendo el tema anterior, parece clave el asunto de la "coincidencia". Hablando de correlativos es inmediato saltar al pensamiento de qué vincula al individuo con la sociedad, pues en algo deben coincidir, pienso. 
Pero antes de explorar los puntos en los que el individuo y la sociedad se tocan, debo advertirte que este paso mental (de sospechar que hay un vínculo entre dos correlativos) es un tanto falaz. Hay un error en el proceso mental de entender los correlativos cuando asumimos que debe haber un tercer término que los vincule, en lógica esto se conoce como "falacia del tercer hombre" y quiere decir que nuestra mente no fue capaz de entender la correlatividad como tal y que sigue empeñada en que haya una mediación, en este caso entre el individuo y la sociedad, mediación que se repetirá ad infinitum, pues algo  mediará entre la mediación y el individuo, y así.

 Por sentido común algo relaciona al individuo con la sociedad, pero en sentido lógico no existe "algo" que los vincule, son correlativos y punto. Entonces, ¿qué entender como vínculo en estos fenómenos? Cuando la sociedad se pervierte decimos que sus integrantes también lo están, cuando los individuos están inconformes, se dice que la sociedad está enferma, se habla también de un ánimo en la población, etc. Pueden entenderse estas afirmaciones como analogías de lo micro a lo macro y viceversa, pero lo que nos interesa es pensar ¿qué me hace ser un individuo, si lo que me conforma es una generalidad a la cual no tengo acceso como "yo" o como "Lucía Artless"?

Por ahí dicen que dicen...que el individuo/sujeto es un fenómeno moderno, donde no existe un sustrato que lo valide sino un conjunto de fenómenos convergentes que lo conforman. Nadie nace siendo nada más que un conjunto de cromosomas (y hasta eso es puesto en duda); somos un proceso de subjetivación. Nos hacemos sujetos cuando nos insertamos en la sociedad y  comienzan a darnos etiquetas: "mujer", "hombre", "niño", "estudiante", "pobre", "sano", "ciudadano",  "heterosexual", etc. Estas etiquetas, tan "normales" como parecen son dispositivos. Nos disponen a actuar de cierto modo, nos condicionan. De esta manera, si se es mujer se usa falda, si se es sano no se fuma, si se es ciudadano se tienen derechos, si se es pobre se trabaja, etc. Como pudiste notar "se" es el pronombre impersonal que se utiliza para hablar de lo que "se" espera que seamos. Nada está dicho para lo que podemos ser, sino que ya "se" ha establecido lo que se debe ser.

El asunto es delicado, no se trata sólo de provocar ese espíritu lánguido de libertad que poseemos la mayoría de los individuos sino de poner el acento en la cuestión: ¿qué puedo ser? Es insulso ponernos en contra de los dispositivos o instituciones, no porque no valga la pena, sino porque estaríamos creando otros más: quien no quiera ser "heterosexual" será "homosexual" o "asexuado", quien no quiera ser "hombre" será "transgénero", quien no quiera ser ciudadano será "ilegal", etc. Los procesos de subjetivación son históricos, todos son dinámicos y no siguen reglas de individuos. No hay un gobierno, necesariamente, que disponga de sus ciudadanos, el proceso de subjetivación es en parte azaroso.

Considero adecuado tomar en cuenta el asunto de los dispositivos, pues nos pone en claro que ser "humano" puede ser un dispositivo más. Cuántas veces no se habla de humanidad para lograr ganancias económicas, adeptos religiosos, mansedumbre política, etc. De esta manera, la pregunta "qué puedo ser" se transforma en "qué soy", dejando solo al "yo" como entidad capaz de responderla, lo absurdo es que "yo" es la única respuesta: yo soy yo. Así, trágico y paradójico es el nacimiento  del individuo, la soledad lo acompañará siempre y lo hará como algo que no quiere. Por eso el individuo quiere vincularse con el otro, con la sociedad. Quiere no estar sólo, quiere coincidir. Quizá por ello cae en la falacia del tercer hombre, porque si hay una mediación entre algo, la habrá entre todas las cosas, quizá todo tenga que ver con todo, quizá "yo no sea yo" sino también otra cosa.

Al final creo que nos gusta el "también" así como nos disgusta el "sólo", en ejemplos simples preferimos ser también humanos que sólo humanos, ser también amigos que sólo amigos, ser también estudiantes y no sólo estudiantes, etc. Nos movemos por las coincidencias, queremos ser conformes con los demás, o sea, parecernos a ellos (no a todos, claro), vivir en el mismo tiempo, decir "es mi contemporáneo", o vivir en el mismo sitio "mi paisano", que nos digan, a veces, "son igualitos", compartir las mismas ideas. El también nos hace sentir a gusto, y a disgusto también. 

Hay un sentido compartido en todos los individuos: también queremos ser eso otro, queremos asimilar nuestra sociedad, sentirnos plenos en ella o borrados (como mencioné en "comunicación"). Queremos no ser sólo yo sino también algo dispuesto a coincidir.

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